Piden que sus historias humanas se pongan en el centro, que los focos apaguen los estereotipos y que se silencien los bulos y la desinformación que circulan sobre los niños, niñas y adolescentes migrantes no acompañados. Y es que ocho de cada diez de ellos y ellas trabajan o estudian después de alcanzar su mayoría de edad.
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Los jóvenes aún está a tiempo, pero ni con esas. Sus raíces les hacen seguir costumbres que aquí son irrespetuosas.
Y respeto por la fauna, poco.