Transcribo este comentario que ha hecho en el blog Dr. Litos (@DrLitos)
Aquí hay varios problemas distintos, que se mezclan en un complejo cóctel de malas interpretaciones, silogismos erróneos y extrapolaciones temerarias a los que se suman intereses económicos, legislaciones ineficaces, y tantos otros factores. En fin, un lío; pero al menos de lo que nosotros sabemos, que es lo referente a la forma de analizar científicamente un problema y extraer conclusiones, sí podemos opinar con bastante idea. En concreto me gustaría apuntar como problema añadido que la sociedad arrastra a menudo nociones que en algún momento fueron planteadas por la propia comunidad científica, pero si bien esta a posteriori las ha ido matizando o incluso refutando, se tarda años en cambiar la percepción social. En concreto me refiero a los antioxidantes: acabo de estar en un congreso centrado en el estudio de los radicales libres y el estrés oxidativo, y es muy curioso cómo hace unos años se instauró la noción de que la generación de radicales libres era el punto central del envejecimiento celular, y los antioxidantes se perfilaron como la panacea para luchar contra la neurodegeneración, el envejecimiento y demás. Sin embargo, con el tiempo se ha ido matizando todo esto, y hoy día se sabe que los radicales son un sistema de señalización celular perfectamente fisiológico y para los cuales la célula está preparada en ciertas dosis. La ingesta de sustancias con efecto antioxidante se ha demostrado beneficiosa en condiciones patológicas asociadas a estrés oxidativo acentuado, pero en personas sanas puede incluso ser contraproducente. Está muy bien saber que los productos etiquetados como ecológicos tienen más antioxidantes, en principio no tiene nada de malo, pero ahora bien si alguien se hincha a comer naranjas ecológicas, igual por sus propias condiciones genéticas no le sienta tan bien como podría esperarse. Lamentablemente, los productos milagros sean naturales o (lo que sea lo
Aquí hay varios problemas distintos, que se mezclan en un complejo cóctel de malas interpretaciones, silogismos erróneos y extrapolaciones temerarias a los que se suman intereses económicos, legislaciones ineficaces, y tantos otros factores. En fin, un lío; pero al menos de lo que nosotros sabemos, que es lo referente a la forma de analizar científicamente un problema y extraer conclusiones, sí podemos opinar con bastante idea. En concreto me gustaría apuntar como problema añadido que la sociedad arrastra a menudo nociones que en algún momento fueron planteadas por la propia comunidad científica, pero si bien esta a posteriori las ha ido matizando o incluso refutando, se tarda años en cambiar la percepción social. En concreto me refiero a los antioxidantes: acabo de estar en un congreso centrado en el estudio de los radicales libres y el estrés oxidativo, y es muy curioso cómo hace unos años se instauró la noción de que la generación de radicales libres era el punto central del envejecimiento celular, y los antioxidantes se perfilaron como la panacea para luchar contra la neurodegeneración, el envejecimiento y demás. Sin embargo, con el tiempo se ha ido matizando todo esto, y hoy día se sabe que los radicales son un sistema de señalización celular perfectamente fisiológico y para los cuales la célula está preparada en ciertas dosis. La ingesta de sustancias con efecto antioxidante se ha demostrado beneficiosa en condiciones patológicas asociadas a estrés oxidativo acentuado, pero en personas sanas puede incluso ser contraproducente. Está muy bien saber que los productos etiquetados como ecológicos tienen más antioxidantes, en principio no tiene nada de malo, pero ahora bien si alguien se hincha a comer naranjas ecológicas, igual por sus propias condiciones genéticas no le sienta tan bien como podría esperarse. Lamentablemente, los productos milagros sean naturales o (lo que sea lo
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