En parricidios adultos de este tipo, suelen repetirse tres marcos. El primero es un cuadro de dependencia y resentimiento, un vaivén en el que el sujeto odia y ama a sus padres, siente que vive anclado a ellos, que los necesita, y los detesta por depender de ellos. El segundo escenario se enfoca en el conflicto por límites: ultimatum, reproches, control, venganza. El individuo se siente juzgado, cree que no se fían de él y se desestabiliza. El tercero implica la crisis de identidad.