El cierre del único bar es el certificado de defunción de un pueblo. Javier Rueda (Málaga, 1992) lo llama "el último latido" de la vida en el campo, pues considera que "los espacios del comer y beber en compañía" son un centro social donde se procuran y ofrecen cuidados, una oficina de colocación y empleo, una estafeta de correos, una consulta de psicología, un remedio contra la soledad o un artefacto heterogéneo que combate la despoblación.
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Y porque no lo incineraron que si no, las fallas.
Otra cosa sería que fuese un centro gestionado por las arcas del ayuntamiento y diera igual su rentabilidad, pero eso no quiere hacerlo ningún ayuntamiento.
Si el bar del pueblo cerrase sería un desastre para el pueblo, toda la vida social del pueblo gira alrededor del bar.
Estos bares cumplen una función social y son imprescindibles.
Ten en cuenta que estos bares son rentables en fiestas y poco más.
Si la respuesta es no, entonces es que no han socializado mucho en el bar.