Tras los cristales tintados

Andrés Indiano espera tras los cristales tintados, pero no se atreve a bajar.

La madre de Andrés se está muriendo entre sábanas impecables, y enfermeras que parecen azafatas, y médicos con relojes de oro.

Andrés Indiano no se llama Andrés Indiano. Se llama Aurelio Rodríguez, pero su representante le recomendó cambiarse el nombre cuando llegaron los contratos de Hollywood.

Si lo ven, lo esperarán a la salida. Si no a él, a sus tíos y a sus primos, y encontrarán las formas de su rostro en caras sin afeitar y su misma sonrisa en bocas desdentadas.

Si sube se derrumbará el mito. Será el fin.

Arriba aprieta los dientes una madre, con un cáncer y una pregunta en los labios, como una letanía: ¿dónde está Aurelio?, ¿ha venido Aurelio?

Aurelio quiere subir a toda costa, pero Andrés no lo deja. Alguien resultará herido en la pelea.