André está sentado en su despacho. Sobre la mesa, un gran mapa de Francia. Con un dedo juega torpemente a Candy Crush. La otra mano retuerce su bigote. Llega el consejero.
―¿Lo has pensado bien? ―dice el recién llegado sin saludar.
―¡Nada que pensar! ¡Plan aprobado! Las obras comienzan la semana que viene en el Sur.
―Pues así vais a la mierda… suelta mi puta tablet y escucha lo que te digo.
Siguen discutiendo media hora más. Alzan las voces. Frustración. El consejero se despide para siempre. Por la tarde vuelve a su pequeña habitación alquilada en París y escribe en su dispositivo: «Maginot no se cree que vengo del futuro. Pasa de mí y construirán la línea defensiva. Plan B: a por Adolf».
Pobre consejero. Cien años después, en su época, también crece el fascismo. Y también está enfocando mal su lucha mediante este viaje al pasado.