No, no se puede poner …

Tenía poca experiencia, pero sabía hacer bien su trabajo.

Atravesó la puerta decidida.

Dejó caer el bolso abruptamente sobre el aparador de la entrada.

Con una mano, desabrochó la cremallera, y con la otra, lanzó el vestido al sofá dejando ver su escultural cuerpo.

Se quedó inmóvil, con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás.

En menos de dos segundos tenía unas babosas manos sobre su cuerpo.

Al otro lado de la puerta se oyó el consabido: “No, no se puede poner … está en una reunión”