La búsqueda de tierras raras atrajo a empresas raras, con trabajadores raros y condiciones raras en sus contratos. La expedición para detectar recursos minerales en el lecho marino del Triángulo de las Bermudas daba un poco de mal rollo, la verdad.
Los primeros cinco días, tormenta. Los tres siguientes, gastroenteritis a bordo como consecuencia de consumir alguna conserva en mal estado. Los cinco siguientes, constantes peleas entre los submarinistas chinos, los rusos, y los norteamericanos.
Al final, cuando conseguimos bajar el material, vinieron los tiburones. Habría que trabajar en jaulas y con escolta arponera.
No hubo nada normal.
Y al final, aquella llamada inolvidable que se nos hizo a los buzos:
—¡Subid inmediatamente! ¡El barco se está hundiendo!
¿Qué haces cuando te dicen algo así?
¡Cago en la puta!