La Pelota

- A París, Juliana, ¡Nos vamos a París! - Exclamaba madre presa de ilusión. 

- ¡Olé! ¡Lo pasaremos genial allí! - Interrumpió jocoso el tío Fermín dirigiéndose a los más pequeños.

El enfado de padre era más que evidente, y con marcados aspavientos imploró que bajaran el tono.

Mi hermana "Ju", como la llamaba yo, asentía divertida. Su sonrisa iluminó de golpe aquel sombrío sótano.

- Bueno, lo primero que haremos será preparar las malet.... - Los inesperados pasos, arriba en la cocina, forzaron un ensayado silencio, solo roto por el minúsculo crepitar de la vela que iluminaba la estancia.

El agudo chirrido de una bisagra nos sobrecogió a todos. La puerta estaba firmemente cerrada, pero un hilo de luz se filtro por la parte inferior. La gatera se entreabrió y pudimos sentir el rodar de una pelota.

La naturaleza curiosa de "Ju" se manifestó en el peor momento. No lo pudo evitar y corrió hacia el objeto.

Levantó entre sus pequeñas manos aquel improvisado juguete, un artefacto redondo, oscuro, metálico, del tamaño de una pelota de tenis.