La mirada perdida

Intentaba de alguna forma retener cada arruga de su rostro, cada pliegue de su piel, cada lunar... Mi mano firme agarraba la suya; lacia, pasiva,... inerte y aun así su vista se centraba en mirar el techo de la estancia, los ojos ampliamente abiertos, una mueca en su boca entreabierta. Ningún movimiento, nada que me hiciera pensar que era consciente de lo que estaba sucediendo. El pecho subía y bajaba rítmicamente.

Sentí como sus dedos se envolvían ligeramente sobre los míos. Levanté la cabeza y me encontré con sus ojos, profundos, intensos. Me miraba fijamente sin girar siquiera el rostro. El segundo que duró me pareció horas. Abrió más la boca, gimió levemente, expiró el poco aire de sus pulmones... y se fue.