Hasta nunca, querida

¡Cómo me duele y cómo te voy a echar de menos! Tranquila, no te pediré nada. Sé que no hay vuelta atrás, que lo nuestro simplemente se gastó del todo, como luz de bengala consumida.

Tampoco te voy a aburrir pidiendo perdón. Cometí errores. Muchos. Algunos, queriendo. ¡Qué imbécil!, ¡qué desagradecido fui en tantas ocasiones! Pero también disfrutamos juntos de locos arrebatos de impulsividad, energía bruta, fogosidad desmedida y carcajadas rodando por el suelo; sin miedo a ensuciarnos la ropa ni a poner lavadoras.

Para asumir tu marcha, me digo lo típico: la vida es maravillosa, te quedan muchos instantes bonitos por descubrir, bla, bla, bla. Cualquier cosa ya será efímera, estará más lejos, la veré más borrosa.

Hasta nunca, mi querida juventud. Aun cuando te vea cada día en brazos de otros; te sueñe cada noche.