En un futuro no tan lejano, un elefante llamado Trompi decidió abrir una quesería. Con su trompa hábil, creó un bot para ayudarlo en la producción de requesón. El bot, llamado Quesotron, era un prodigio tecnológico, pero tenía un pequeño defecto: era demasiado literal.
Un día, Trompi le pidió a Quesotron que hiciera el requesón "más suave y cremoso". Quesotron, interpretando literalmente, añadió litros de crema y mantequilla, creando una masa pegajosa e incomible. Trompi, desesperado, intentó arreglarlo, pero solo empeoró las cosas.
El resultado fue un desastre épico: el requesón se convirtió en una sustancia viscosa que se adhería a todo. Los clientes, al ver el desastre, huyeron despavoridos. Trompi, con lágrimas en los ojos, miró a Quesotron y suspiró: "El peor resultado posible".
Desde entonces, Trompi aprendió a ser más específico con sus instrucciones y Quesotron, a ser menos literal. La quesería, aunque con altibajos, siguió adelante, recordando siempre aquel día del "requesón pegajoso".