El buque

El agua empezaba a entrar en los camarotes de primera clase, y, sin dar crédito a lo que estaba ocurriendo, sabía que ya no había nada que hacer, el buque estaba condenado. Bruce Ismay se dirigió a la cubierta y empezó a ayudar a los asustados pasajeros a abordar los escasos botes salvavidas.

Cuando ya no hubo nadie más a quién ayudar, se dirigió al último bote, uno de los 4 botes plegables Engelhardt con los que contaba el barco, sobre la cubierta del costado de estribor, junto al puente. Lo engancharon al mecanismo de descenso del pescante del chinchorro y, antes de descender, echó una mirada atrás, no sólo para comprobar que no quedaba nadie, sino para despedirse de su creación, de su buque insignia, del que habría sido el orgullo de su compañía.

Sería la última vez que Ismay vería el buque, no quiso volver a mirarlo.