Acabado el franquismo, Berlanga buscó al censor que tanto había combatido sus guiones. Y no para ajustar cuentas, sino para trabajar a medias, si era posible.
Vino la cosa de un guión que comenzaba así:
“Tres hombres se bajan de un coche y entran una casa”
Y la línea apareció tachada en rojo, con una enmienda a la totalidad.
Berlanga, espantado, trató de averiguar qué había sucedido, hasta que alguien consiguió ponerlo en contacto telefónico con el censor.
Una voz caprina respondió al otro lado:
—Berlanga... Que nos conocemos...
—Pero oiga... Tres hombres se bajan de un coche y entran en una casa. Es sólo eso...
—Ya. ¿Y quien me dice a mí que no son tres curas y entran en un casino? Que nos conocemos, Berlanga... Especifique, ¿eh?
Muerto de la risa, el director colgó el teléfono, reconociendo la genialidad.
Luego enmendó el guión. Qué remedio.