Su hijo y su marido estaban en la habitación.
Ella, acostada en la cama y conectada por múltiples cable y tubos a diferentes máquinas, les observaba con la mirada tranquila y con todo el amor de una vida.
La mano de su hijo temblaba sobre los interruptores que apagarían las máquinas y la vida de su madre.
“Dijiste que lo harías tú, eso hablamos”, le animo dulcemente y con una sonrisa la madre.
Él, aparto la mano de la máquina.
“No puedo, mamá, no puedo” dijo abrazado a ella, mientras las lágrimas arrasaban su cara.
El médico presente en la habitación dio un paso adelante y fue detenido suavemente por el brazo del marido.
Ella lo miró. Cincuenta años juntos daban para muchas cosas, entre ellas hablar sin hablar.
“Hay que hacerlo, así debe ser”, le dijo ella con todo el amor que daba ese medio siglo.
“Así sea. Siempre te has salido con la tuya”, le respondió él con una sonrisa mientras una solitaria lágrima comenzaba a rodar por su mejilla.
Se abrazó a su mujer y a su hijo en silencio mientras pulsaba los interruptores.