Orwell de alguna manera trató de explicarlo. Él lo llamó neolengua pero quizás nada tenga de nuevo.
Fijémonos en la palabra trabajo, no en su forma ni su origen etimológico sino en lo verdaderamente importante:el concepto que define. A priori parece algo muy concreto y es una palabra que usamos con asiduidad, pero unos más que otros.
Porque para algunos "trabajo" puede ser pasarse 10 horas recogiendo fruta bajo el sol y para otros puede ser vigilar bajo una sombrilla que los demás trabajen. Así pues tenemos actividades absolutamente opuestas dentro de una misma palabra, trabajo. Y los ricos son ricos porque "trabajan" mucho, por supuesto.
La mentira en esta vida empieza mucho antes de nacer.
Otra palabra con "doble sentido", nacionalismo: se puede entender como la voluntad de supremacía sobre las otras naciones o como la defensa de los legítimos derechos. Y de nuevo no tiene absolutamente nada que ver una cosa con otra. Es imposible que lleguemos a entendernos nunca si cada palabra que pronunciamos nos traiciona. Si cuando decimos una cosa puede entenderse lo exactamente opuesto.
Hoy en día cabe asumir el inglés como lingua franca global, al fin y al cabo los vencedores imponen entre otras muchas cosas su idioma. Todo el mundo sabe eso. Lo que quizás sea menos evidente es que, dentro de cada idioma, también los vencedores imponen su lengua. Y no es poco el poder del diccionario. Nuestra forma de hablar estructura nuestra manera de pensar. Y la vida es subirse a un tren cuyas vías nunca conducen a donde queremos llegar.
Sabemos que la historia la escriben los vencedores, claro, pero es que además deciden las palabras y deciden su significado a un nivel casi subconsciente. Tan metido dentro y tan desde siempre que difícilmente alguien podría darse cuenta de que en realidad siempre estuvo ahí. Y de algún modo pensamos e interpretamos la realidad como la explicamos, el enemigo muy bien se encarga de no tener nombre.
La esclavitud se abolió, ahora lo que hay es trabajo. Ya seas un niño de nueve años picando piedra por una miseria o pases unas horas al día viendo en la pantalla de tu ordenador como evolucionan tus inversiones. Naces en un mundo en el que se han perdido todas las guerras. O casi todas.
Así, los palestinos que se ven año a año más menguados en su territorio y el ansia de conquista de más espacio vital (lebensraun) del tercer reich comparten a la postre el denominador común del nacionalismo. Es cuanto menos sorprendente.
Es como si quisiéramos describir la realidad tridimensional olvidando ejes, creando un rompecabezas de piezas imposibles que no encajarán nunca. Tal vez algunos no quieran verlas encajar y estén demasiado cómodos en el malentendido.
Pero nuestra confusión empieza a un nivel todavía más elemental, el bien, el mal. Personas buenas, personas malas. Está en el cine, en el el teatro, en las novelas, en la mitología. Conformando la propia cultura, hemos tropezado tantas veces con la misma piedra que ya ni siquiera la vemos, no existe, a fuerza de golpes en lugar de piedra, lo que hemos hecho ha sido cavar un inmenso pozo desde el que apenas se atisba ya una luz de salida.
Einstein revolucionó el mundo con una teoría que ponía de manifiesto, entre otras cuestiones, la relatividad del movimiento. Galileo señaló que muy al contrario de lo aparente es la tierra la que gira alrededor del sol y no al revés. Eppur si muove.
Aún con todo el esfuerzo vivimos y morimos en el error y cualquier conversación es en realidad un diálogo absurdo entre ignorantes, como ciegos de nacimiento tratando de definir un color que ni han conocido ni conocerán.
Y aunque por mera casualidad en sus mentes se hallara por un instante la claridad, se perdería entre los giros de las palabras, en el laberinto del lenguaje sin alcancar jamás su destino. Tal es el problema y tal es su profundidad.
Ni siquiera se dipone del tiempo necesario para comunicarse en un estadio de desarrollo en el que la mayor parte de las horas del día se han de dedicar a la mera subsistencia. Sería más fácil explicarle la relatividad a tu gato que a un hombre que se está ahogando. O al menos podrías intentarlo durante más tiempo. Aunque tal vez le sea más útil un flotador que la fórmula que explique el universo. Y es que el valor también es relativo.
Comentarios
"Y no es poco el poder del diccionario."
Qué razón tienes. Te explicas divinamente. Es muy original tu artículo.
#0 Me ha gustado mucho tu artículo. Me ha recordado que el director de la RAE es primer consejero nato en los Consejos de Estado de España. https://es.m.wikipedia.org/wiki/Consejo_de_Estado_(Espa%C3%B1a)
#1 #0 Es consejero nato al mismo nivel que los ex Presidentes del Gobierno de España.