Se trata de un obra de 1913 crítica con el feminismo de la época y que guarda una inquietante relación con las críticas al actual. El autor, Ernest Belfort Bax (1854-1926), de nacionalidad británica, fue un filósofo, abogado, historiador y escritor socialista a la vez que defensor de los derechos de los hombres.
Me gustaría compartir con vosotros las citas que me han parecido más significativas del libro. Advierto de que este breve resumen no pretende ser representativo de la obra.
Mientras leía el libro (que podéis consultar de manera gratuita aquí), me sorprendía de dos cosas que pueden parecer curiosamente antagónicas: por un lado, el autor, en ciertos capítulos, desprende una visión claramente machista de la mujer; por otro lado, el autor realiza una serie de denuncias y relata una serie de percepciones y hechos de los excesos feministas de la época que asustan por los paralelismos con las voces críticas de hoy en día. Vamos, que Bax podría ser lo que algunos “cachondos” meneantes denominan “ser un pollaherida”.
Respecto a mi primera percepción, la relativa al machismo, no expondré aquí ninguno de los fragmentos que, en mi opinión, pecan clarísimamente de este defecto, puesto que creo que algunos de estos comentarios están tan superados hoy en día que no creo que sea necesario hacer una denuncia de ellos. Sin embargo, sí que me gustaría centrarme en la segunda de mis percepciones por dos motivos: el primero es que asusta la similitud de muchos de los hechos y sentimientos de injusticia que podía tener un hombre de principios del siglo XX en la Inglaterra de su época, con un hombre de principios del siglo XXI con la España de la suya. En segundo lugar, me gustaría resaltar —por supuesto, teniendo en cuenta que el autor aporta su visión parcial de la realidad— aquello que veo hoy en día en mi cultura, y que probablemente haya ocurrido siempre a lo largo de la historia, que es una especie de visión compartida de un relato que dice que antaño ser mujer era algo terrible mientras que ser hombre era poseer todo tipo de privilegios. Como siempre digo, el revisionismo histórico que realizan la mayoría de feministas peca de ser un cherrypicking de aquellos aspectos que sirven para defender el relato que se pretende vender, a saber, que las mujeres han estado siempre oprimidas. Sin embargo, la mayoría de nosotros no nos dedicamos a indagar en los libros de historia para saber si este relato, que se ha vuelto tan popular, es cierto. En este libro de 1913 (y, por supuesto, en otros muchos), se da una visión muy diferente del relato que hoy nos tratan de vender por tierra, mar y aire. No digo que la visión de este libro sea sustancialmente la correcta (de hecho, como dije, en algunos momentos me parece descaradamente machista). Tan solo es una visión de un hombre de su época. Sin embargo, a esta visión no le damos ningún valor. Pues si os atrevéis a leer las siguientes líneas conoceréis un relato del que nunca os hablaron y quizás varíe en vosotros vuestras creencias acerca de lo que ha sido el mundo y de lo que os han contado. Insisto, no es que lo que sigue sea LA VERDAD, sino tan solo otra visión, pero a la que también hay que otorgar cierta (no absoluta) credibilidad.
RESUMEN
La absolución de la mujer de los cargos más graves, especialmente cuando las víctimas son hombres, frente a la evidencia más palpable, es por otro lado, un hecho cotidiano. (*Nota: esta percepción correlaciona perfectamente con los numerosos estudios acerca del hecho de que los hombres suelen recibir sentencias más severas por el mismo delito que las mujeres, como este, o este, o este, o este, o este, o este artículo).
Su arma argumentativa más poderosa con el hombre de la calle es la leyenda de que la mujer es oprimida por el hombre. Por lo general es raro que alguien se tome la molestia de refutar la leyenda o cualquier caso concreto aportado como ejemplo. Sin embargo, el farol es descubierto cuando los casos reales del tema son sacados a la luz pública, y la mujer que se muestra, no sólo no es oprimida, sino que es privilegiada hasta lo más alto de su corrupción, entonces los apóstoles del feminismo, hombres y mujeres, siendo incapaces siquiera de seriedad en la respuesta, con el consentimiento del recurso del boicot y haciendo caso omiso de lo que no pueden contestar, tratan de detener la propagación de la desagradable verdad tan peligrosa para su causa.
Por Feminismo Moderno entiendo una cierta actitud mental hacia el sexo femenino. Esta actitud de la mente es a menudo contradictoria e ilógica. Mientras que por un lado demandará, en el terreno de la igualdad intelectual y moral de las mujeres con los hombres, la concesión del sufragio femenino, y comúnmente, además de ello, la admisión de las mujeres en todas las profesiones, oficios y funciones de la vida pública; por el otro lado, se hará enérgicamente defensor de la preservación y la intensificación de los privilegios e inmunidades ante la ley penal y civil, en favor de las mujeres, que han crecido en el curso del siglo XIX.
La poderosa unión de sexo comentada, a día de hoy, ejerce una fuerte presión en la formación de la opinión pública entre las mujeres que está convirtiéndose prácticamente en imposible, incluso en los casos más flagrantes, donde el hombre es la víctima, el conseguir que cualquier mujer reconozca que otra mujer ha cometido un error (*Nota: ¿no os recuerda esto a Juana Rivas, al silencio sepulcral de muchas feministas cuando salen a la luz los números de filicidios cometidos por madres, o al silencio ante las confesiones de las mujeres que reconocen perpetrar violencia contra sus parejas en los cientos y cientos de estudios que demuestran que la violencia es bidireccional, o al tabú que hay en torno a hablar del hecho de que una mujer puede denunciar en falso?)
Por otra parte cabe señalar, que la total ausencia de cualquier conciencia del antagonismo sexual en la actitud de los hombres hacia las mujeres, junto con una intensificación de la caballería del viejo mundo prescrito por la tradición hacia el llamado sexo débil, ejerce, en todo caso, una influencia creciente en la opinión pública masculina. De ahí la tremenda fuerza que el Feminismo ha obtenido en el mundo de principios del siglo XX.
Es más, a menudo se supone, y esto también es un error, que en casos concretos de controversia entre los sexos, el veredicto, digamos de un jurado de hombres, a favor de la mujer presa o la mujer litigante es única o principalmente determinado por el hecho de que esta última goza de belleza. Este hecho puede desempeñar un papel, pero es fácil demostrar a partir de los registros de los casos que se trata de algo subordinado –que, cualquiera que su apariencia o edad pueda ser, el veredicto está dado no tanto porque ella es una mujer bonita, sino porque ella es una mujer (*Nota: como señalamos con los anteriores estudios). Una vez más la cuestión del atractivo puede haber jugado un papel más potente en la determinación de los veredictos de hombres en los días previos al sentimiento Feminista y puntos de vista Feministas que han llegado a su dominio actual. Pero ahora la cuestión solo sexual, de ser mujer, es suficiente para determinar la sentencia a su favor.
Hay un truco con el que los partidarios del Feminismo buscan el prejuicio de la opinión pública en contra de sus críticos, y es la “falsedad” de que cualquier hombre que se atreve a criticar las pretensiones del Feminismo, está actuando por motivos de rencor personal contra el sexo femenino, debiéndose a los males reales o imaginarios sufridos por él a manos de algún miembro o miembros del sexo femenino.
El Feminismo Moderno tiene dos caras distintas para: (1) articular un punto de vista político y económico que abarca las demandas de los llamados derechos; y (2) un lado sentimental que insiste en una acentuación de los privilegios e inmunidades los cuales han crecido, no articuladamente o como resultado de demandas definidas, pero como la consecuencia de una súplica sentimental, en particular según los casos. De esta manera, sin embargo, ha llegado a establecerse en la opinión pública la búsqueda de la expresión de un favoritismo de sexo en la ley e incluso, aún más, en su administración, a favor de las mujeres contra los hombres (*Nota: ley integral de violencia de género).
La gran mayoría de los defensores de la "Derechos de la Mujer" están igualmente interesados en la conservación y extensión de los privilegios de las mujeres.
En efecto, parece como si el objeto principal de la mayor parte de los defensores del “Movimiento de la Mujer” fuese convertir el sexo femenino en la posición de una dominante sexe noblesse (nobleza de sexo o sexo noble) (*Nota: un sexo hiperprotegido).
Esto efectuado en la Ley aprobada en 1820 por el Parlamento Inglés aboliendo la pena de flagelación para las delincuentes femeninas. Este fue el primer inicio de la diferenciación de los sexos en materia de ley penal. El debate parlamentario sobre el Proyecto de Ley en cuestión, muestra claramente el poder que tiene el Feminismo Sentimental en la opinión pública en el transcurso de una generación, pero ninguna propuesta se hizo al mismo tiempo para la abolición de la pena de flagelación para los hombres.
…Pero de ahora en adelante, la legislación y la administración se han ido distanciando cada vez más del principio de igualdad entre los sexos (*Nota: esto se denomina “ventana de Overton”), en este sentido, a favor de la inmunidad de las mujeres, el resultado en la actualidad es, suponiendo que el castigo impuesto a la mujer por un delito determinado representa una pena normal, que el hombre recibe un incremento adicional por encima de lo acordado con el delito, por el delito de haber nacido hombre y no mujer (*Nota: la ley integral de violencia de género establece penas superiores a los hombres por el hecho de ser hombre).
Esto se nota cuando una mujer es encontrada culpable de delitos particularmente atroces. A todos es un poco extraño que las mujeres sean declaradas culpables de esos crímenes, ya que la influencia del feminismo sentimental en jueces y jurados es suficiente para obtener una absolución, no importa cuán concluyente sea la evidencia en su contra (*Nota: en este artículo Bou analiza 37 sentencias del CGPJ con claros indicios de falsedad, pero que resultan absueltas por falta de pruebas). Incluso si las mujeres son culpables es habitual que se apruebe una sentencia casi nominal. No obstante, si por casualidad una mujer pudiera ser condenada por un crimen atroz, como el asesinato o la mutilación, en circunstancias especialmente graves, y la sentencia se ajustara a tal naturaleza sería sancionada por unanimidad por la opinión pública encontrándonos con todo el mundo feminista en pie de guerra (*Nota: Juana Rivas).
(*Nota: que este autor relate estos hechos no es incompatible con que otras personas (nuestros padres, abuelos…) puedan relatar injusticias que han podido sufrir las mujeres en algún tipo de juicio. La realidad es heterogénea y el fallo que solemos cometer las personas es que planteamos como universales hechos parciales. No hay que olvidar que toda ideología es “un hecho parcial presentado como universal”).
Ya hemos señalado que el feminismo moderno tiene dos lados o vertientes. La primera definida por formular demandas políticas, jurídicas y económicas sobre la base de la justicia, la equidad, la igualdad y así sucesivamente, como principios generales; el segundo no formula en tantas palabras las exigencias definidas como principios generales, sino que parece explotar las nociones tradicionales de caballería basada en el sentimiento del sexo masculino, a favor de las mujeres según privilegios especiales a razón de su sexo, en la ley, y aún más en la administración de la ley. En aras de la brevedad llamamos al primer feminismo político, porque, aunque sus demandas no se limitan a la esfera política, en primer lugar y ante todo, es un movimiento político, y su reclamo típico en la actualidad, la licencia (de voto), es puramente político; y el segundo es el feminismo sentimental, en la medida que comúnmente no profesan basarse en ningún principio general, ya sea de equidad o de otra manera, sino que se basa exclusivamente en los sentimientos sexuales tradicionales y convencionales del Hombre hacia la Mujer. Puede estar aquí la premisa de que la mayoría de las feministas Políticas, por mucho que se niegan a admitirlo, son en el fondo también feministas sentimentales.
Mientras el Feminismo Moderno ha logrado establecer una poderosa sexo-solidaridad entre una gran parte de las mujeres frente a los hombres, no sólo no hay sexosolidaridad de los hombres contra las mujeres, sino, la prevalencia de un sentimiento totalmente opuesto. Los hombres odian a sus hermanos-hombres en su condición de personas de sexo masculino. En cualquier conflicto de intereses entre un hombre y una mujer, la opinión pública masculina, a menudo haciendo caso omiso de las consideraciones más obvias de equidad, apoya a la mujer y las glorias de este modo de actuar (*Nota: a pesar de que está hiperdemostrado que la violencia en la pareja es bidireccional, de que no hay discriminación a la hora de contratar a mujeres en las empresas, etc., muchos hombres seguirán diciendo que esto no es así. Y a pesar de que sí que está demostrado que la mayoría de sin techos son hombres (incluidos los españoles que representan un poco más de la mitad del total), la mayor parte de los accidentes y enfermedades labores los sufren los hombres, la mayor parte de los homicidios, etc., no suele haber entre nosotros una percepción de injusticia o inequidad por razones de sexo, es más, en general, nos solemos alegrar de que sea un hombre y no una mujer la que lo sufra).
Vemos al legislador, los jueces, jurados, curas, especialmente los de la persuasión no conformista como todos compiten entre sí en la denuncia de la maldad y la bajeza de la persona de sexo masculino, elaborando formas y medios para hacerle la vida más difícil a él. A estos se unen una serie de literatos y periodistas de diversos grados de reputación que aportan su cuota a la corriente de antihombre en forma de novelas, historietas, ensayos y artículos, cuyo diseño es pintar al hombre como un ser básico, criatura despreciable, y a la vez un bribón y un imbécil, un ave de presa y una oveja con piel de lobo, y todo como un antagonista para la gloria de la magnificencia de la Feminidad (*Nota: obviamente, de nuevo, esto es un percepción parcial, porque una feminista podría tener y dar ejemplos de la contraria).
Las leyes sobre el matrimonio de hoy en Inglaterra son un monumento de parcialidad sexual Feminista. Si se me puede excusar la paradoja, la parcialidad de las leyes sobre el matrimonio comienza con la ley relativa a la violación de la promesa, que, como es bien sabido, permite a una mujer para castigar vengativamente a un hombre por negarse a casarse con ella después de haberse comprometido con ella. Debo añadir, y esto, a menudo, sin embargo que puede tener buenas razones para hacerlo. Si la mujer comete perjurio, en estos casos, nunca es procesada por el delito (*Nota: 0,01% de denuncias falsas). Aunque la ley de incumplimiento de la promesa existente también para el hombre, es bien conocida por ser totalmente ineficaz y prácticamente letra muerta. Debería ser remarcado que, sin embargo las burdas tergiversaciones o indebidas influencias por parte de la mujer que pueden haberse hecho inducen al hombre a casarse con ella, estas no le causan a ella la pérdida de su derecho a una indemnización. Como, por ejemplo, donde una mujer con experiencia del mundo de treinta o cuarenta atrapa un niño apenas en su adolescencia.
Una vez más, de acuerdo con la ley de Inglaterra, el derecho de mantenimiento sólo se concederá a la mujer. Anteriormente este privilegio se hizo cargo de su convivencia con el hombre y el comportamiento general decente hacia él. Ahora, incluso estas limitaciones dejan de ser operativas, mientras que el hombre es susceptible de encarcelamiento y la confiscación de cualquier propiedad que pueda tener. Una mujer se encuentra ahora en plena libertad para dejar a su marido, mientras que ella conserva su derecho a obtener, su marido es enviado a la cárcel si se niega a mantenerla –para poner el asunto brevemente, la ley impone a la mujer derechos no legalmente exigibles, lo que siempre hace hacia su marido. Lo único que se hará cumplir con fuerza de hierro es el derecho de mantenimiento de la esposa contra su marido. En el caso de un hombre de bien a catalogar, la propiedad del hombre es confiscado por la ley a favor de su esposa. En el caso de un hombre que trabaja la ley obliga a su marido a hacer corvée1 para ella, como la servidumbre feudal tenía que hacer para su señor. La esposa, en cambio, por muy rica que sea, no está obligada a dar un centavo hacia el apoyo de su esposo, a pesar de discapacitación por enfermedad o por accidente. la única excepción en este último caso se si hubiera quedado a cargo de la parroquia, en cuyo caso la mujer tendría que pagar a las autoridades la tasa de un pobre para su mantenimiento. En una palabra, una esposa tiene la posesión y control total sobre todos los bienes que pueda poseer, así como sobre sus ingresos, el marido, en cambio, es objeto de decomiso de los bienes o los ingresos capitalizados, a instancias de los tribunales de justicia en favor de su esposa. Una mujer puede incluso hacer que su marido quiebre en el terreno del dinero que alegue que ella le prestó, un marido, en cambio, no tiene demanda contra su mujer por cualquier dinero adelantado, ya que un marido se supone que debe dar, y no prestar, el dinero a su esposa, u otros objetos de valor (*Nota: paradójicamente, las leyes “patriarcales”, no pareciera que fueran tan favorables al varón como siempre se dijo).
La ley permite a la mujer el derecho a cometer actos ilícitos contra terceros –por ejemplo, difamaciones y calumnias– el marido sólo se le considerará responsable, y esta regla se aplica incluso aunque la mujer viva separada de su marido, quien es totalmente desconocedor de sus fechorías. Con la excepción de asesinato, una mujer está en manos de la ley que se culpa de casi todos los delitos cometidos en presencia de su marido (*Nota: no está muy claramente redactado este fragmento, pero entiendo que al marido se le hacía responsable de los delitos de la mujer. Lógicamente, a esto se le podría dar otra interpretación, y es que pareciese que la mujer fuese una mascota; es decir, cuando un perro muerde a alguien el responsable es el dueño. Probablemente muchos lectores hayan percibido inmediatamente este hecho. No es inexacto, sin embargo, no es frecuente que con la misma rapidez, veamos también la otra cara de la moneda, es decir, que esta “injusticia” para con la mujer conllevaba, a su vez, otra para con el hombre. Es decir, había un contrapeso: la enorme responsabilidad que recaía sobre el marido, y mi opinión personal es que a lo largo de la historia siempre han existidos estos contrapesos entre los sexos, por eso, insisto, mi opinión personal, es que no se puede hablar de sociedades machistas per sé).
Ningún hombre puede obtener una separación legal o divorcio de su mujer (salvo en virtud de la Ley de Licencias de 1902, por una separación del Tribunal Policial solo por embriaguez habitual) sin un proceso costoso en el Tribunal Superior. Cada mujer puede obtener, sino un divorcio, por lo menos una separación legal, yendo a quejarse ante el tribunal de policía más cercana, por unos cuantos chelines, que su marido, por supuesto, tiene que pagar. En este último, es necesario decir, que es multado en la pensión alimenticia en el "criterio de la Corte." Esta "discrecionalidad" es muy a menudo un personaje extraño para el desdichado marido. Por lo tanto, un hombre que trabaja y gana sólo veinte chelines a la semana puede fácilmente encontrarse en la posición de tener que pagar entre siete y diez chelines a la semana a una musaraña de su salario (*Nota: ¿puede ser una queja actual?).
En los casos en que una mujer procede a presentar una demanda de divorcio, el camino vuelve a ser suavizado para ella por la ley, a cargo del marido. Él tiene que avanzar el dinero para que pueda luchar contra él. En el caso que tratamos el marido encuentra la escala aún más ponderada en su contra, cada calumnia de su esposa, se supone que es verdad hasta que no pruebe su falsedad, el menor acto o una palabra en un momento de irritación, incluso un largo tiempo atrás, se torció en lo que se denomina "la crueldad legal", a pesar de que tal ha sido provocada por una larga serie de malos tratos y el abandono por parte de la esposa. El marido y sus testigos pueden ser acusados de perjurio por la menor exageración o inexactitud de sus declaraciones, mientras que la falsedad más calculada en la evidencia de la mujer y sus testigos se pasa por alto. La más burda acusación por parte de la esposa contra el marido, a pesar de que demostró en el tribunal que es falsa, es motivo suficiente para el marido se le niegue volver con ella de nuevo, o desde la prevención de la corte de la confiscación de sus bienes, si se resiste a hacerlo. El conocimiento de la injusticia de la corte que el marido, como todos los abogados saben, impide la defensa de un gran número de hombres de las acciones de divorcio presentadas por sus esposas. Cabe mencionar aquí un punto en lo que respecta a la acción de un esposo por daños y perjuicios contra el seductor de su esposa. Tales daños, obviamente, pertenecen al marido como compensación por su vida en el hogar destruido. Ahora bien, estos daños de nuestros jueces modernos en su afán feminista han creado una base-precedente para dotar a la mujer adúltera, privando al marido de compensación alguna por el mal le han hecho. No pueden tocar los ingresos procedentes de los fondos adjudicados por el Jurado, que será entregado por el tribunal para su esposa divorciada.
Como están las cosas, el efecto práctico de la norma es una injusticia mucho mayor para el marido que para la mujer, ya que el primero se encuentra a menudo acusado de "crueldad", que es prácticamente nada en absoluto, con el fin de que la petición de la esposa pueda ser concedida, y que es a menudo la excusa de los jueces Feministas para privar al marido de la custodia de sus hijos (*Nota: el homólogo actual de “crueldad” es acusar al marido de “violencia de género”). La mala conducta por parte de la esposa, o la negligencia del marido y los niños, no pesa en el tribunal el cual en este asunto no concederá auxilio al marido en su obligación de mantenimiento, etc. Por otro lado, el abandono de la esposa por el marido se hace un asunto de separación judicial con las consecuencias habituales –la pensión alimenticia, etc. "Por lo tanto," como se ha dicho, "entre lo anterior y la piedra de molino inferior, la crueldad por un lado, el abandono por el otro, el marido infeliz puede ser legalmente picado en pedazos, tanto si él hace algo como si no hace nada.”
La violencia personal por parte del marido es castigada severamente; por parte de la esposa ella será exonerada con impunidad. Incluso si ella en un caso extremo de ser encarcelada, el marido, si es un hombre pobre, en la liberación de ella estará obligado a aceptarla para vivir con él.
En cuanto al delito de bigamia, por la cual un hombre común recibe una dura sentencia de trabajos forzados, creo que puedo aventurarme a afirmar, sin riesgo de contradicción, que ninguna mujer en los últimos años ha sido encarcelada por este delito. (*Nota: quizás aquí se podría argumentar que la bigamia no suele ser ejercida por mujeres… En lo personal desconozco el dato…)
El derecho escrito, mientras que confiera privilegios distintos a las mujeres casadas como el control de sus bienes, y para el comercio por separado y aparte de sus esposos, las hace exentas de las responsabilidades comunes efectuadas por un comerciante hombre en lo relativo al procedimiento de las Actas de Deudores y la Ley de Quiebras.
De hecho, esto ha sido mantenido, en un alcance tal que la ley extiende su protección y privilegios a la mujer, incluso en la ocultación de una esposa al marido en el momento del matrimonio de que estaba entonces embarazada de otro hombre no había ningún motivo para la declaración del matrimonio nulo y sin efecto.
Comenzaremos por el delito de homicidio. La ley de asesinato sigue siendo aparentemente la misma para ambos sexos, pero en efecto la aplicación de sus disposiciones en los dos casos es muy diferente. Como, sin embargo, estas diferencias se encuentran, como se acaba de decir, no en la propia ley, sino más bien en su administración, sólo podemos dar en este lugar, donde se trata de los principios del derecho más que en su aplicación, una fórmula general del modo en que la administración de la ley de ingresos de asesinato, que, brevemente, es el siguiente: La evidencia, incluso para garantizar la convicción en el caso de una mujer debe ser muchas veces más fuerte de lo que sería suficiente para colgar a un hombre.
En caso de ser obtenida una condena, la pena de muerte, aunque pronunciada, no se da efecto a la prisionera que es casi siempre indultada.
Ningún caso de cualquier mujer, sin embargo, notoriamente culpable por la evidencia, puede ser citada, después de que ella haya sido absuelta por un jurado Feminista, como la ley las tiene como ser inocente y les proporciona "un remedio" en una demanda por difamación
Las mujeres tienen todos los intentos y propósitos permitidos para acosar a los hombres, cuando ellas conciben que tienen un agravio, a su antojo, el juez suele decirle a sus víctimas que no puede interferir. En el caso opuesto, que un hombre acosa a una mujer, ésta siempre ha de encontrar garantías para su buen comportamiento futuro, o bien ir a la cárcel.
Una de las leyes más infames indicativa de los prejuicios sexistas feministas es la Ley de Enmienda del Código Penal de 1886. La propia Ley fue llevada con el efecto normal de una agitación de la prensa sin escrúpulos en el interés Feminista y Puritano, destinada a crear pánico en la mente del público, bajo la influencia de que la legislación de esta clase puede generalmente ser apresurada a través del Parlamento. El temerario desprecio de los principios comunes de justicia y de sentido común de esta ley abominable se puede observar en la desvergüenza del privilegio del sexo que otorga a la hembra en el asunto de la seducción. En virtud de sus disposiciones a un niño de catorce años puede ser procesado y enviado a la cárcel por un delito al que ha sido instigado por una niña de poco menos de dieciséis años, a quien la ley, por supuesto, sobre la base del privilegio del sexo se ha dicho, tiene la culpa.
Llegamos ahora a la última pieza de la legislación anti-hombre, la llamada Ley de Comercio de Blancas Esclavas 1912 (Ley de Enmienda del Código Penal de 1912, 2 & 3 Geo. V. c. 20) (…) Las características especiales de la Ley, la Acta en cuestión, son: (1) mayores facultades dadas a la policía en materia de detención por sospecha, y (2) las cláusulas de la flagelación. (…) La naturaleza Antihombre en toda medida, a partir de la misma agitación que lo precedió, es concluyentemente demostrada por el hecho de que, aunque es bien sabido que el número de mujeres que viven de la "procuración"(prostitución) es mucho mayor que el número de hombres ocupados en esto, comparativamente pocos vituperios se oyeron contra las delincuentes femeninas en la materia, y ciertamente ninguno con la ferocidad mordaz que fue derramada sobre los hombres que supuestamente se alegaron participar en el tráfico. Una distinción correspondiente fue representada en la medida en sí misma por la asignación de la tortura de azotes sólo a los hombres.
La prostitución per se no está en los ojos de la ley como un delito o incluso un delito menor. La mujer que se gana la vida como prostituta se encuentra bajo la protección de la ley, y el dinero que recibe de su cliente es reconocido como su propiedad. Si ella, sin embargo, en el ejercicio de su derecho a la libre disposición de dichos bienes, da algo de él a un amigo, ese amigo, por la mera aceptación de un regalo, se convierte en un criminal a los ojos de la ley.
Una de las medidas propuestas en la denominada “Carta de la Mujer”, elaborada con la aprobación de todas las prominentes feministas por Lady M´Laren (actualmente Señora Aberconway), unos cuatro o cinco años atrás, y que había sido defendida por otras escritoras Feministas, fue en el sentido de que el marido, además de sus otras responsabilidades, debe estar legalmente obligado a pagar una determinada suma a su mujer, aparentemente como salario por sus servicios de limpieza, sin importar si se llevan a cabo los servicios bien o mal, o ninguno.
Que la manivela favorita de las Feministas, de elevar la edad de consentimiento con el resultado de incrementar el número de víctimas para el plan de las mujeres jóvenes debería hablar por sí mismo a toda persona imparcial. Una de las propuestas que encuentro más favorable con la feminista sentimental es la demanda que en el caso del asesinato por una mujer de su hijo ilegítimo, ¡el padre putativo debe ser colocado en el banquillo como cómplice!. En otras palabras, un hombre debe ser castigado por un delito del que es totalmente inocente, porque la culpable era en verdad es una mujer.
Este odio de sexo, tan a menudo en su carácter vengativo, de los hombres para los hombres, que tiene por resultado: “artificiales” leyes invariablemente a favor del sexo opuesto, y que el “hombre administrador de justicia” sigue el mismo curso, es un problema psicológico que bien merece la atención seria de los estudiantes de sociología y pensadores en general.
Por mentiras feministas entiendo las declaraciones falsas formuladas por personas, muchas de las cuales deben ser perfectamente conscientes de que son falsas, al parecer con la intención deliberada de la opinión pública de inducir al error sobre la verdadera situación de la mujer ante la ley. Por falacias entiendo las declaraciones, sin duda, dictada por predisposiciones feministas o sesgo feminista, pero no necesariamente sugiriendo consciente o mala fides (mala fe).
La mujer, hemos dicho, ¡es el único sirviente sin pagar! Una mentira más descarada no se podría imaginar. Como toda persona educada que posee el menor conocimiento de las leyes de Inglaterra sabe, que la ley exige al marido mantener a su esposa en una manera de acuerdo con su propia posición social; tiene, en otras palabras, que alimentar, vestir y pagar todos sus razonables lujos, que la ley, con miras a la situación económica del marido, considera necesarios. Esto a pesar de que el marido no tiene ningún derecho sobre la propiedad o los ingresos de la esposa, por muy rica que ella pueda ser. Además, esto apenas necesita ser dicho, una sirvienta que es ineficiente, floja, o de otra manera intolerable, puede ser despedida o bajado su salario. No del modo de persona privilegiada, sino esposa legalmente casada. No importa que ella realice bien sus obligaciones, malamente, indiferentemente, o nada en absoluto, las obligaciones legales del marido siguen siendo las mismas.
En un folleto publicado por la "Federación de Hombres para el Sufragio de la Mujer" (*Nota: “Federación de hombres para el sufragio de la mujer” Nunca me contaron que existió…), se afirma que “muchas leyes que están en el libro de estatutos causan la injusticia sobre las Mujeres”. Nosotros desafiamos a esta declaración como una falsedad sin paliativos. Sus responsables deben saber perfectamente que no pueden justificarla. No hay leyes en los códigos infligiendo injusticia a las mujeres como sexo, pero hay muchas leyes infligiendo injusticia a los hombres en los supuestos intereses de las mujeres.
Otra mentira flagrante que perpetuamente es estrepitado en nuestros oídos por las sufragistas es la afirmación de que las mujeres tienen que obedecer las mismas leyes que los hombres (…) si bien en teoría, las mujeres pueden tener que obedecer la ley como los hombres, pero en la práctica son absueltas de todas las más graves consecuencias que los hombres sufren cuando la desobedecen. El tratamiento concedido recientemente a las sufragistas por delitos tales como los daños intencionados e incendios, por no hablar de su tratamiento penitenciario anterior cuando se la condena por obstrucción, disturbios y delitos menores de la policía, es una prueba, con mayúscula, de la falsedad de la afirmación de que las mujeres no menos que los hombres tienen que obedecer las leyes del país, hasta ahora, esto es, como un significado real, es adjuntado a esta frase (*Nota: vemos cómo la visión que se tenía entonces de las sufragistas es muy diferente de la que nos ha llegado).
En ningún país, en ningún momento, la mera afirmación de la motivación política ha sido considerada para aportar un delito común en el ámbito del tratamiento de los delitos políticos. De acuerdo con la lógica jurídica y ética de las sufragistas, esto está perfectamente abierto a ellas para prender fuego a teatros, iglesias y casas, e incluso para matar al inofensivo transeúnte – en la calle, y reclamar el tratamiento de delitos menores de primer grado basándose en que el acto se realizó como una protesta contra algunos agravios políticos bajo las que ellas se imaginaron a sí mismas ser machacadas.
Hay otra mentira que a menudo escuchamos a través de la condonación de los ultrajes infames de las sufragistas. La excusa que es a menudo ofrecida cuando la falta de sentido lógico de los métodos de la moderna “militante” sufragista es en cuestión: "¡Oh!, ¡los hombres también han hecho lo mismo: los hombres han usado la violencia para alcanzar fines políticos!" Ahora la falacia de la que participan en esta réplica es bastante clara.
¿Qué analogía concebible que estas cosas con una política de destrucción de la propiedad privada, prendiendo fuego a pabellones de té, la quema de la mercancía de comercio de los constructores de embarcaciones, la destrucción de casas particulares, el envenenamiento de perros mascotas, alterando jinetes, desfigurando la correspondencia de las personas, incluidos los giros postales de los pobres, mutilando libros en una universidad, las imágenes de una galería pública, etc., etc.? ¡Y todos estos, bien entendu, no abiertamente y en el curso de un motín, pero furtivamente, en la búsqueda de una política deliberadamente premeditada!. ¿Tienen, pregunto, los hombres alguna vez, en el transcurso de la historia del mundo, cometidos inútiles y cobardes como estos en la búsqueda de cualquier fin político o público?
La caballerosidad, tal como la entiende el Feminismo Moderno Sentimental, significa licencia ilimitada para las mujeres en sus relaciones con los hombres, y la coacción ilimitada para los hombres en sus relaciones con las mujeres. Para los hombres todos los deberes y sin derechos y para la mujeres todos los derechos y sin deberes, es el principio básico del Feminismo Moderno, el Sufragismo, y la caballería bastarda que le gusta tanto invocar.
La psicología del Feminismo Sentimental en general está íntimamente ligada con el curioso fenómeno del odio de los hombres por su propio sexo como tal. Con las mujeres, a pesar de lo que a veces se afirma, no se encuentra el fenómeno del anti-sexo. Por el contrario, hoy en día estamos en presencia de una poderosa solidaridad-sexo femenina indicando el comienzo de una fuerte liga-sexo de las mujeres contra los hombres. Pero con los hombres, como ya se dijo, en todos los casos de conflicto entre los sexos, nos encontramos con una indiferencia cruel, alternando con la hostilidad positiva hacia sus semejantes, lo que parece a veces matar en ellos todo el sentido de la justicia. Esto se complementa por otro lado por una imbécil suavidad hacia el sexo femenino en general, que nada recuerda a uno tanto como la bonhomía sensiblera del borracho amable.
¿Por qué los hombres preferirían lo visible de los intereses de las mujeres antes que los de su mismo sexo?. Este es el caso del hombre moderno que la historia de los últimos cincuenta años muestra, y el hecho indudable se puede encontrar más ilustrado en los informes periódicos y en casi todas las pruebas, ya sea en derecho civil o penal, aparte de la ordinaria “caballería” de los actos de los hombres en el detalle de la vida social.
La creencia de que la mujer es oprimida por el hombre, y que la necesidad de poner remedio a esa opresión a toda costa es urgente, en parte, al menos, sin duda pertenece a este orden de fenómenos. Que este sentimiento es generalizado y mantenido en diversos grados de intensidad por un gran número de personas, los hombres no menos que las mujeres, no se puede negar. Que esto es de la naturaleza de una onda hipnótica del sentimiento, no influenciada por la razón, es demostrado por el hecho de que el argumento no parece tocarla. Usted puede mostrar de manera concluyente que los hechos se oponen a la hipótesis; que lejos de ser mujeres oprimidas, todo lo contrario es el caso, que la legislación vigente y su administración está en lo no esencial respecto a lo desfavorable para las mujeres, pero, por el contrario, es decir, como un todo, manifiestamente injusto hacia los hombres –es lo que todos no determinan. Sus propuestas, en lo fundamental, caen en oídos sordos, o, digamos, ellas caen de la mente cubierta con el sentimiento Feminista como el agua cae de la proverbial espalda del pato.
Los hechos se ignoran y prevalece el sentimiento, los tópicos de siempre, las mismas mentiras y gastadas falacias se repiten. Los hechos que ellos han enseñado no son para nada recuentos falsos. La ola de sentimiento hipnótico barre la razón a un lado y obliga a los hombres a creer que la mujer es oprimida y el hombre el opresor, y creemos que lo hará. Si los hechos están en contra de la idée fixe (idea fija) de la sugestión hipnótica, tanto peor para los hechos.
El Feminismo Sentimental tiene claramente sus raíces en la sensación sexual, y en la tradición de la caballerosidad, aunque el concepto de la caballerosidad ha cambiado esencialmente en el curso de su evolución. Por lo demás, el Feminismo Sentimental, con su doble carácter de hombre-antipatía y mujer-simpatía, como lo vemos hoy, ha asumido el carácter de uno de los psicópatas fenómenos sociales que a menudo se ha repetido en la historia. Sólo se puede explicar, este último, como una onda hipnótica que pasa sobre la sociedad.
Una muy pequeña investigación de sus exigencias concretas basta para mostrar que su objetivo, lejos de ser la igualdad, es todo lo contrario, –para lograr con la ayuda de los propios hombres, tan incorporados en las fuerzas del Estado, un ascenso de las mujeres y la consolidación y ampliación de ya existentes privilegios femeninos.
Es suficiente con consultar las sugerencias para "los estatutos" de la mujer con el fin de confirmar lo que aquí se dice. Estas propuestas sugieren invariablemente el sacrificio del hombre a la mujer en todo momento.
Otros resultados de la desigualdad entre los sexos eficazmente impulsada por el actual Feminismo se observa en la conducta de magistrados, jueces y jurados, en nuestros tribunales civiles y penales. Esto ha sido ya denunciado a lo largo del presente trabajo, y los casos ilustrativos dados, como también en los anteriores escritos del autor de este artículo a los que alude que ya se ha hecho. No es exagerado decir que un hombre no tiene prácticamente ninguna posibilidad en el día de hoy en un tribunal de derecho, civil o penal, de procuración de justicia, donde una mujer está en el caso.
Otro efecto de la influencia del Feminismo Sentimental, se ve en los crímenes de “la ley no escrita”, el crime passionel (crimen pasional) de los franceses. Los crímenes más atroces y viles asesinatos y otros actos de violencia son tolerados e incluso glorificados si ellas pueden pero son cubiertos por la excusa de que son dictados por un deseo de vengar el “honor” de una mujer o para permitir la obtención del objeto de sus deseos. El incidente del proceso de Sir J.M. Barrie de la mujer que asesina a un hombre arrojándolo fuera de un vagón de tren por una disputa respecto a la apertura de una ventana, y se absolvió con la excusa de que su hija había cogido un resfriado, ¡no representa una imagen exagerada de “la justicia moderna” solo a las mujeres¡.
La aplicación escandalosa de los principios, si es que usted puede llamarlos así, del Feminismo Sentimental en este país en el caso de las sufragistas, ha hecho de la justicia inglesa y la administración penitenciaria el hazmerreir del mundo. Pero la forma en que los crímenes de las sufragistas han sido tratados, después de todo es sólo una ligera exageración de la inmunidad de todas las penas más severas de la ley que gozan las mujeres condenadas en general.
Todo el movimiento, es bastante evidente, depende para su éxito, en gran parte, por lo menos, de la apatía de los hombres. La mayor parte de los hombres, sin duda, no simpatizan con las pretensiones de la agitación Feminista, pero la mayor parte de los hombres son indiferentes de un modo u otro. No toman en serio el Movimiento Feminista.
No se dan cuenta que la cuestión no es la fuerza física de las mujeres como mujeres, sino que todas las fuerzas del Estado están a disposición de las mujeres para poner en marcha la satisfacción sus caprichos y pasiones. La idea de una guerra de sexos en la que las mujeres toman el campo contra los hombres, como representa la interioridad de todo el Movimiento Feminista de hoy, les parece ridículo.
No es una cuestión de la lucha del hombre contra la mujer o cualquier número de mujeres. Es la cuestión de que toda la fuerza del Estado lucha contra el hombre a favor de la mujer.
Muchas de ellas en la vehemencia de su cruzada Antihombre, esperan con entusiasmo la oportunidad que prevén dárseles cuando la mujer consiga el voto para la aprobación de leyes que estrictamente fuercen la ascesis del hombre (*Nota: abolición de la prostitución) por medio de severas leyes penales. Todas las formas de indulgencia (de los hombres), sexual o, desagradable para la mente puritana, ¡serían igualmente sometidas a la prohibición de la ley penal!. Cualquier persona deseosa de probar la verdad de la afirmación anterior sólo tiene que leer los escritos sufragistas y otras exposiciones del evangelio del Feminismo como mantienen sus partidarios más devotos (*Nota: lo mismo que nos espera en España cuando aprueben la nueva ley de abolición de la prostitución).
CONCLUSIÓN
Probablemente todo lo dicho por este autor tenga algún tipo de contrapartida, pero sería bueno que no nos quedásemos solamente con esta última. Son muchas las obras (recomiendo al lector Deshumanizando al varón) que muestran que el pasado no es como creemos. Las historias que nos han llegado a nuestros oídos y a través de las cuales nos hemos terminado representando el mundo, suelen asemejarse al juego del “teléfono escacharrado”.
Por otra parte, podemos comprobar, no sin cierto asombro de los paralelismo vistos, que las palabras de Mademoiselle Bertin tienen en esta realidad feminista del siglo XXI más sentido que nunca: “No hay nada nuevo, salvo lo que se ha olvidado”. Visto lo visto, ¿acaso no hemos sido los hombres siempre lo que las mujeres han querido? En el siglo XVIII ya lo escribió José Clavijo:
Los hombres han fido fiempre lo que Vms. han querido que fean. Antiguamente se metieron Vms. en la cabeza el fer Dulcineas, y eramos todos Quijotes. Dieron Vms. en prendarfe de la valentía, y eramos matones implacables. Quifieron fer rondadas; y hechos poftes de las cafas, apenas havia nieve, agua ni fereno que no cayeffe fobre nuestros fombros; estimaron los verfos; y bueno, ó malo, fe encontraba un Poeta en cada efquina. Guftaron de hombres afeminados, y cambiamos la efpada y el broquél por cintas, bucles, tontillo y limpiadientes.
Comentarios
Tl;Dr de librillo macho, deberían haber cortado en varios artículos.
Lo que he llegado a leer me permite ver las similitudes que comentas pero también las diferencias.
El autor hace crítica de dos puntos:
Feministas buscando igualdad de derechos que no tienen.
Feministas buscando a la vez mantener derechos que poseen gracias al paternalismo.
El momento actual es diferente.
A ojos de la ley ya no hay derechos que un hombre posea que no posea a su vez una mujer, porque esto, por suerte lo consiguieron.
El paternalismo de ha reducido mucho, y aunque aún hoy en día una cara bonita come menos cárcel que un tío o una fea, está muy reducido. Además la custodia por parte de la madre como las bajas solo por maternidad, cada vez están más equiparada con el padre.
Por otro lado, el feminismo busca derechos extras, no mantener lo que tienen, y este punto es si acaso el único que me genera conflicto.
Dentro de mi machirula y rojiparda mente, una mujer y un hombre son personas y la ley debería medir a las personas no a los hombres y las mujeres.
Pero es el conflicto sin fin.
Dicho esto, entiendo el marco histórico del escrito, ese marco hace que no se pueda hablar mal del autor, pero si de los que defienden ideas similares a las suyas en pleno siglo XXI.
#1 Tl;Dr de librillo macho
¿Qué significa?
#2 too long; didn't read
He llegado más o menos a la mitad, y eso es mucho.
#3 lo siento. Cómo decía Pascal, no he tenido tiempo para hacerlo más corto