Hace 9 años | Por bonobo a rafaelnarbona.es
Publicado hace 9 años por bonobo a rafaelnarbona.es

Siempre he considerado a Arturo Pérez-Reverte un macarra envalentonado por el éxito de su mediocre literatura. En una época que impide permanecer al margen de la historia, sin convertirse en cómplice de la ofensiva neoliberal contra los derechos y libertades de los ciudadanos, no está de más recordar su deleznable artículo “La guerra que todos perdimos” (19-04-11), donde mete en el mismo saco al “mono azul de miliciano, la boina de requeté o la camisa azul de Falange”

Comentarios

D

Ad Hominem como una casa de Rafael Narbona. En lugar de responder a la opinión de otra persona, con argumentos, le desautoriza a él como persona. Apoyarse en que Reverte empezó al justificar su argumento en su propia experiencia sería ridículo.
Que reescriba el artículo.

D

#8 Un ad hominem es decir que alguien es un gilipollas, sin aportar después ningún argumento, para decir que se equivoca.
Lo que hace Narbona es llamarle gilipollas y a la vez da argumentos explicando por qué lo que dice Reverte sobre las brigadas internacionales es de gilipollas.
Resumiendo: no, no es un ad hominem. Y sí, Reverte es un gilipollas.

D

Y por otro lado, lo que tanto indigna a Rafael Narbona es sólo la conclusión:

"Cielo santo. Cómo nos dio por el saco todo Dios, todo el mundo, toda Europa, estrangulando a este pobre, entrañable, desgraciado y viejo país. A esta pobre, entrañable, desgraciada y vieja gente nuestra. No es cierto que nos ayudaran; déjenme de milongas pamperas, de camelos retóricos, de demagogia. El arriba firmante se cisca en la solidaridad internacional de las derechas y las izquierdas, en los discursos y en la mandanga. Aquí a la España en guerra, se asomó todo Cristo a ver qué podía mojar en la salsa, a fumarse nuestro tabaco y a quemarnos los muebles. Comprendo que fuéramos un espectáculo apasionante: sangre, vino, mujeres guapas, guerra, romanticismo, intereses estratégicos, barbarie ancestral. Pero que no me vengan con historias de hermandades solidarias. Yo he pasado veintiún años yendo a guerras que no eran mías, y sé de qué iba Hemingway. Por eso me cago en Hemingway y en la madre que lo parió."


que es una conclusión a todo el derrame emocional que suelta en el artículo. Vamos, que da la sensación que alguien le ha dicho: "uy, fíjate lo que ha dicho reverte", y se ha puesto a escribir a lo loco.

c

Ese mediocre de la literatura sostiene la mitad de las ventas de la editorial en la que publica. Aquellos que sólo saben subir hundiendo a los demás son los verdaderos mediocres.

D

Que si, que le ataca su literatura, pero también justifica el por qué de su desacuerdo con lo que Reverte afirma.

¡Larga vida a las Brigadas Internacionales!

JohnBoy

#10 De hecho, el ataque a su literatura es marginal en el contenido del artículo, que se trata sobre todo de un reconocimiento a las Brigadas Internacionales.

Además, es muy libre de atacar la literatura de Pérez Reverte, y no lo calificaría de ad hominen necesariamente, ya que acahca la postura actual de Reverte a su éxito literario. Aunque yo no coincido con esto y me parece un ataque ciertamente innecesrio.

Por otra parte, sí, el artículo de Reverte me parece bastante lamentable.

K

" por el éxito de su mediocre literatura"

Rafael Narbona, cuando hayas escrito un Maestro de Esgrima, podrás decir eso. Mientras tanto, insulta sus tendencias políticas, o lo que tu quieras, pero como escritor no le llegues ni a la suela de los zapatos. No eres capaz ni de escribir un artículo con la bastante gracia como para que apetezca leerlo entero... Por lo demás, ¿envidia del pene (descomunal, gargantuesco, como solo puede tenerlo un macho como Reverte) de alguien que sí estuvo en la guerra cubriendo noticias de verdad? lol lol lol lol

K

#6 No tiene ni que gustarte todo ni que dejarte de gustar. A mi por ejemplo El Maestro de Esgrima me parece eso, de maestro. Con todas las letras. Pero en cambio Cabo Trafalgar me parece una mierda pinchada en un palo. Y aunque en literatura todo es debatible, podría construirte una muy fundamentada opinión sobre ambos pareceres, cosa que no hace el memo solemne que escribió este artículo, que por cierto peca de muchas cosas que podrían achacarse a Reverte en los suyos (llamada a lo emocional, ausencia de lógica en la práctica discursiva, apelaciones a las vivencias del lector, claro sesgo ideológico, etc, etc etc), pero que ni siquiera tienen su... "esencia revertiana", esa de puro en la boca y olor a sol y sombra, que es la única gracia que tiene Revertillo como articulista, y de su capacidad para que se haga corto leerlo. Luego en su política no me meto, porque a un escritor no hay que medirlo por eso.

D

Yo también me cago en ese impresentable de Perez-Reverte (no sé si es buen escritor o malo ni me interesa tengo otras cosas más importantes para leer). Meter en el mismo saco a las Brigadas Internacionales y los fascistas muestra claramente la catadura moral de este impresentable. En Alemania, si llega a decier semejante barbaridad estaria no menos que procesado y con su carrera finiquitada de por vida.

Pero Hispanistao es diferente... Son otras costumbres...

Galero

Pues yo me cago en Rafael Narbona por olvidarse de George Orwell.

Espiñeta

#23 Orwell acabó trabajando para la CIA, igual es por eso

M

Reverte es un mediocre escritor que en el paramo de las letras españolas destaca. Pero su literatura no es para tirar cohetes, ni mucho menos. Y su idea de la gloriosa España parece copiada de los librillos de la Formación del Espíritu Nacional de los años oscuros del Dictador.Ya era hora de que alguien le parara los pies.

N

Ese muchacho, si hombre el Pérez ese, venga si tienes que saber quien es, ese que escribe al estilo de Marcial Lafuente Estefania, si hombre ese emulo de Corin Tellado, si claro el Pérez-Reverte, que lo tenia en la punta y no me salía. Bueno pues ese voceras, imitador del estilo barriobajero de Federico Jiménez Losantos, insultón y diarreico, que cree poder ensuciar con su prosa lowcost aquello que le plazca y le permita mantenerse en el candelero a toda costa con el único fin de vender sus bodrios de gran éxito popular, y le recuerdo a un comentarista que si cien mil moscas gustan de la mierda, esto no hace a la mierda alta cocina, no tiene ni la mas minima dignidad ni calidad humana para cagarse en nada, salvo que se lo haga encima de él y de la cabeza de sus lectores, aunque creo que esto ultimo lo viene haciendo desde hace mucho tiempo.

empe

Otras veces defendí a Reverte, pero ese último párrafo de su artículo metiendo a todos en el mismo saco y cagándose en los brigadas internacionales que dieron su vida por defender la democracia de un país que no era el suyo. ¡MUCHO ASCO!

M

¿Y si probárais a leer el artículo del tito Reverte entero, gilipollas? Sin seudoescritores carcomidos de envidia como intermediarios...


LA GUERRA QUE TODOS PERDIMOS

Los niños. Eso es siempre lo peor, en cualquier guerra; pero todavía hoy, cada vez que veo las viejas imágenes en blanco y negro, o las fotos desvaídas de hace sesenta años, me remuevo incómodo en el asiento al verlos pasar ante mí, llorando de la mano de sus padres por la frontera camino del exilio, agazapados en un portal mirando hacia arriba mientras suena el estrépito de las bombas, haciendo colas con ojos grandes de hambre y miedo para conseguir un mendrugo de pan.
El cadáver en la cuneta, el soldado que tiembla de frío en el frente de Huesca, el inválido ayudado por los compañeros que es empujado por los gendarmes franceses mientras se le cae la manta raída de los escuálidos hombros... Estos otros personajes son adultos; saben, o al menos deben saber qué diablos está ocurriendo. Por eso me producen menos compasión que esas docenas de ojos de críos que miran sin comprender. Que todavía hoy, medio siglo y una década más tarde, congelados en las sales de plata de la película fotográfica donde ya nunca envejecerán ni morirán, siguen mirándonos con ojos espantados que son una acusación, una denuncia, un insulto, un recordatorio de nuestro oprobio, nuestra vergüenza y nuestra locura.

Esa guerra civil no la viví; pero he vivido otras y sé que siempre son la misma. Esa guerra civil no la presencié, pero me la contaron cuando niño, mientras aún estaban frescas las heridas, la huella de la metralla en los muros de los edificios; cuando todavía había hombres y mujeres en cárceles y en el exilio y cuando el general Franco aún firmaba sentencias de muerte.
De las veladas alrededor de la mesa de camilla de mi abuelo recuerdo historias de bombardeos, y de ejecuciones públicas para después, ante los cadáveres hacer desfilar a las tropas a fin de que tomases buena cuenta de ello. Historias de héroes y de gentuza, mezclados unos con otros; indiferenciados bajo el mono azul de miliciano, la boina de requeté o la camisa azul de Falange. Relatos escalofriantes de amigos, vecinos y parientes detenidos de madrugada, sacados de su casa en pijama mientras la mujer y los hijos imploraban en la escalera; juzgados en tribunales sumarísimos, torturados en chekas, fusilados ante un paredón bajo la bendición de un cura con el yugo y las flechas bordado en la sotana, o asesinados a la luz de los faros de un camión en cualquier carretera. Esas viejas carreteras españolas, las monótonas autovías también nos borraron esa memoria, donde muchos años después aún me estremecía al ver los pequeños monumentos conmemorativos de lugares donde hombres de toda condición e ideología fueron asesinados con las luces del alba. Un nombre, una fecha, a veces una cruz. A veces flores secas.
Cada uno de nosotros tiene una, veinte historias familiares. Estúpidos aquellos jóvenes que no acuden a sus mayores a que se las cuenten, antes de que estas historias se extingan con ellos y duerman en el silencio sin aportar nada a las generaciones que no lo vivieron, haciendo imposibles la lucidez y la experiencia. Mis mayores han muerto, o están muriendo poco a poco,; pero el niño curioso que fui logró arrancar un puñado de esas historias al olvido, y ahora lamento que no hubieran sido más. Lamento las horas perdidas sin preguntar a aquellos que ya no están conmigo.
Eran- son las historias de cada uno de nosotros: de nuestros padres y nuestras madres y nuestros abuelos. Así pude saber, así sé, del tío Lorenzo, que cruzó el Ebro con diecisiete años y el agua por la cintura, con dos cojones, un máuser en las manos y los dientes apretados, que recibió un balazo y volvió a casa de sargento republicano con dieciocho años, y que nunca cumplió los veinte.
Así pude saber de cuando mi abuelo Arturo pasó cuatro horas bajo un bombardeo, pegado a la pared de un polvorín; o de cuando una noche unos milicianos quisieron llevárselo a dar un paseo porque había cenado a la luz de una vela y eso, decían, era señales para la aviación nacional. O de cuando sus antiguos compañeros de la Armada quisieron fusilarlo por haber permanecido fiel a la República. Así supe de mi madre con doce años llevándole comida a la cárcel a Pencho, mi otro abuelo, y cómo siempre pedía a los carceleros darle la fiambrera en persona, para así verlo un instante entre las rejas de un portillo y contarle a mi abuela que seguía vivo.
O de mi tio Antonio que todavía, con setenta tacos largos, llora cuando recuerda el día en que le llevó, teniendo trece años, en bicicleta, una tortilla de patatas hecha por su madre a su hermano, cuya brigada pasó un día a treinta kilómetros de Cartagena. O de mi abuela María Cristina paralizada en mitad de la calle en mitad de un bombardeo alemán. O de mi tio Peque, que aprovechaba los ataques aéreos para ir corriendo por las calles desiertas, llenas de cristales rotos, y ponerse el primero en la cola del pan antes de que la gente saliera de los refugios.
O de mi padre, caminando en una de las filas de soldados a uno y otro lado de la carretera, la manta al hombre y el fusil a la esplada, camino del matadero, salvado de casualidad porque un comisario se detuvo junto a él y preguntó quién de aquella fila tenía estudios y sabía escribir a máquina. O del tío de mi madre fusilado porque un vecino era militar, y los del piquete, que eran analfabetos, se equivocaron de piso. O la cajita de lata que siempre conservó, hasta su fallecimiento, mi abuela Juana, con las cartas escritas desde el frente por su hijo muerto, la bala que le sacaron en su primera herida , y el trozo de madera que, a falta de anestesia, apretó entre los dientes mientras le arreglaban el agujero que le hicieron en Belchite.
Cuántos muertos, y cuánto horror, y cuántos sueños, y cuánto heroísmo, y cuánta sangre, y cuánta mierda acumulado en sólo tres años. Curas santificando balas y justificando ejecuciones o siento torturados como animales, hasta morir. Generales, comandantes, soldados; heroicos y abyectos, y a menudo ambas cosas a la vez. Épica y barbarie, la mejor infantería del mundo contra la mejor infantería del mundo; Caín en plena forma, lo más hermoso y lo más miserable de nuestra tierra y nuestra raza maldita. Chusma acuchillando a los desvalidos, miserables aprovechándose del río revuelto, cambiando de chaqueta, congraciándose con el poderoso. Hombres honrados poniéndose en pie para pelear. Ojos de miedo y desesperación, balazos y bayonetas, casa por casa en Teruel, en la Ciudad Universitaria, monte arriba en Somosierra, Arriba España entre los escombros del alcázar de Toledo, Viva la República en el valle del Jarama. Moros, legionarios, milicianos, héroes y cobardes, vivos y muertos.
El patio del Cuartel de la Montaña en esa foto terrible, el suelo lleno de cadáveres, España eternaque se repite a sí misma en el ritual de la muerte y la tragedia. Plaza de toros de Badajoz, barcos prisión, españoles fusilados por comisarios húngaros o franceses o por legionarios alemanes o fascistas italianos, por hijos de puta que ni siquiera sabían hablar castellano y vinieron aquí a mojar en la sangre y en la muerte que sólo era de nuestra incumbencia, sin que a ellos les hubiera dado nadie maldita vela en nuestro entierro. Mujeres rapadas al cero, hombres humillados ante sus familias y sus vecinos, pidiendo clemencia o escupiendo a la cara a sus verdugos. Y esa foto que tanto me impresiona, la del español bajito y moreno con camisa blanca, que acaba de rendirse y al que llevan a fusilar, y que levanta los brazos resignado, fatalista, con una colilla en la boca.
Esa colilla, ya lo escribí una vez, que siempre tenemos en la boca los españoles cuando nos llevan al paredón.
Dios. Cómo amo y cómo detesto a este país nuestro, cada vez que miro esas fotos. Cómo me enternecen esos rostros que son el rostro de nuestra tragedia, de nuestra desgracia. Pobre gente y pobre España. Qué guerra tan atroz, y tan española, o tan atroz por española. Una guerra civil como Dios manda, guerra civil de la buena, la que enfrenta a hermano contra hermano, a hijo contra padre, a vecino contra vecino. En ninguna guerra como en ésa, la que tuvimos, las que tuvimos antes, y las que a unos cuantos desalmados e irresponsables no les importaría que volviéramos a tener, aflora toda la ruindad que albergan los rincones oscuros del corazón del hombre.
Los viejos rencores, la envidia, el odio vecinal tan propios de la condición humana y tan nuestros; tan españoles. Tú me quitaste la novia, tú desviaste el agua de la acequia, tú mataste un conejo en mis tierras, tú me negaste el pan, tú publicaste aquel libro, tú fuiste feliz y yo no. Delaciones, chivatazos, ajustes de cuentas, canallas que medran con el dolor, y el sufrimiento de los otros, desgraciados que se humillan para comer, o para sobrevivir. Cárceles, campos de batalla, cementerios, exiliados, Machado muriéndose enfermo de pena en el extranjero, Max Aub, Sénder, tantos pobres hombres, mujeres y niños anónimos, perdidos. Españoles detenidos en Rusia y enviados a Siberia, niños de la guerra que luego morirán peleando en Stalingrado, franceses miserables que humillan a los vecinos, a los fugitivos, en la frontera, y que después los entregarán atados de pies y manos a los carniceros nacis...
Cielo santo. Cómo nos dio por el saco todo Dios, todo el mundo, toda Europa, estrangulando a este pobre, entrañable, desgraciado y viejo país. A esta pobre, entrañable, desgraciada y vieja gente nuestra. No es cierto que nos ayudaran; déjenme de milongas pamperas, de camelos retóricos, de demagogia. El arriba firmante se cisca en la solidaridad internacional de las derechas y las izquierdas, en los discursos y en la mandanga. Aquí a la España en guerra, se asomó todo Cristo a ver qué podía mojar en la salsa, a fumarse nuestro tabaco y a quemarnos los muebles. Comprendo que fuéramos un espectáculo apasionante: sangre, vino, mujeres guapas, guerra, r

M

... romanticismo, intereses estratégicos, barbarie ancestral. Pero que no me vengan con historias de hermandades solidarias. Yo he pasado veintiún años yendo a guerras que no eran mías, y sé de qué iba Hemingway. Por eso me cago en Hemingway y en la madre que lo parió.

M

Escribir Rafael Narbona en Google y mirar los afotos. Sobre todo la de la pistola y la de la escopeta. Menudo deficiente. Os buscais unos intelectuales modelo como pa cagarse, si. Pa cagarse encima.

M

Juas, juas, juas.

D

Reverte es de las pocas personas en este país que dicen las cosas bien claras, y en un país encadenado por los tópicos y lo políticamente correcto, es un valor añadido muy importante.

La entrevista con Évole fue muy interesante ya que antes del tema del Gamonal y otros parecidos, el dijo que "un barrio puede arder, pero de ahí no pasa"

Ojalá hubiera mas gente como Reverte. Nos iría mucho mejor.

D

#14 Perez-Reverte es un impresentable.

D

#17 Yo, como no lo conozco no puedo hacer esa valoración, pero lo que ha dicho ha quedado refrendado por la realidad.