Hay días en los que es duro levantarse por la mañana. Te inyectas el primer café de la mañana (para ser persona), enciendes la radio para intentar despertar un poco y sientes una especie de mezcla entre pena y remordimiento profundo en el fondo del alma, es el dolor de la vergüenza. Resulta lamentable admitir que nuestra vieja Europa, forjada a fuerza de exterminios, guerras, deportaciones y sufrimientos sea incapaz de reaccionar y desarrollar proyectos humanitarios para evitar la catástrofe humanitaria.
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