Existe la tentación en periodismo de pensar que la calidad de las respuestas de los políticos va descendiendo en función de su mayor o menor vulnerabilidad. Si las cosas están chungas, los aludidos empiezan a ofrecer comentarios confusos y en ocasiones ininteligibles. Se convierte en una especie de termómetro. Si es difícil saber si las acusaciones que reciben son ciertas o no, se llega a la conclusión de que cuanto peor se defiendan, más posibilidades hay de que sean culpables.
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