El doctor Pedro Cavadas llegó anoche al Teatre Echegaray con una media hora de retraso. El tom-tom, se disculpó, le había jugado alguna mala pasada hasta llegar a Onteniente. «Ontinyent, perdón. Es que cuando era pequeño se llamaba así». La espontánea introducción fue la única concesión amable de su discurso de ayer  
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