En medio del vasto desierto de Sinkiang, una remota región del noroeste de China, se está gestando una revolución tecnológica que podría cambiar el equilibrio global de poder. China ha comenzado a construir decenas de centros de datos en este territorio árido, alimentados por energía verde y concebidos para albergar más de 115.000 chips de Nvidia, a pesar de la prohibición estadounidense de exportarlos al país. Esta infraestructura masiva podría convertirse en la base de una red nacional de inteligencia artificial capaz de rivalizar.
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