El de Kazuhide Inoue, un septuagenario que vive en el suroeste de Japón, es un trabajo peculiar. No es cartero, aunque se dedica a ir de buzón en buzón para revisar su contenido. Tampoco es un empleado de la limpieza, aunque cada vez que encuentra algo dentro de uno de esos buzones cerrados con llave lo arroja en una bolsa para destruirlo. Inoue es otra cosa, una especie de guardián de la moral nipona que intenta evitar que los niños que acuden a la escuela se encuentren con revistas porno a su alcance.
|
etiquetas: japoneses , japón , consumo , pornografía , papel , calles