El estrecho vínculo entre las élites tecnológicas y los movimientos ultraderechistas se ha puesto en primer plano, tras su escenificación en la toma de posesión de Donald Trump. Las big tech cuentan con importantes apoyos entre la extrema derecha, como ha reflejado el rechazo de los grupos ultraconservadores de la Eurocámara a la Ley de Servicios Digitales. La ultraderecha ha encontrado en la inteligencia artificial y las redes sociales poderosas herramientas para manipular las narrativas, distorsionar hechos históricos y reforzar su agenda.
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