Igual que todo viajero tiene un pasaporte para cruzar las fronteras, el Gobierno inglés quiere que también tengamos un pasaporte de carbono, donde se registran todos los viajes y las correspondientes emisiones de CO2. Cada persona tendrá un límite de CO2 a producir. La idea ha sido explicada por Ross Bennett-Cook, profesor universitario, que dice que “los impactos negativos del turismo en el medio ambiente se han hecho tan graves que es inevitable aplicar cambios radicales”.
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