«De haber conocido el submundo de la élite, Ernesto Mínguez no lo hubiese entendido. Obrero metalúrgico, con treinta años de pasado laboral, presumía de su condición de comunista, de cuarta generación, inscrito en el partido al nacer, en plena clandestinidad. Activo en la juventud, pasó por la cárcel sin perder el puesto de trabajo, por ser buen especialista, veterano en empresa comprensiva. Convencido de haber desempeñado importante papel en la transición, aplaudió un cambio que pateó en su interior»
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