La imposibilidad de fijar una hoja de ruta fiscal saludable en medio de la inestabilidad política -que podría solventarse tras el anuncio de que Macron se abre a nombrar un primer ministro socialista- está carcomiendo las finanzas de la segunda economía de Europa. Aunque la secuencia parece estar sucediendo a cámara lenta, cada nuevo paso errático de los políticos galos supone un salto preocupante en los rendimientos de la deuda soberana.
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