“Nos echan a quemarropa y sin tener adonde ir. No nos han ofrecido ninguna alternativa”. Entre escombros, montones de basura y muros derruidos que apenas impiden permear el frío del exterior, sin agua y sin electricidad, más de 200 personas malviven hacinadas en lo que hoy se mantiene en pie de la antigua cárcel de Palma. A tres kilómetros del centro de la capital balear, residentes sin recursos, trabajadores precarizados y migrantes han buscado refugio en unas instalaciones que, desde 1999, se encuentran abandonadas entre promesas de…
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