“Tía, te mando la ubicación, si el lunes no he vuelto llama a la policía”. Ese fue el último mensaje de C. antes de quedarse sin cobertura en el convento de Ruiloba, donde presuntamente se "curaba la homosexualidad" de más de una decena de jóvenes (algunos, menores). Se les medicaba con antidepresivos, inhibidores de la libido u hormonas masculinas, y realizaban trabajo físico todas las mañanas. A todos les quitaban el teléfono.
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