Marco Pogo parece muchas otras cosas antes que un político. No es porque sea joven —36 años, el hombre de menor edad en presentarse a la Presidencia de Austria—, porque aguante sonriente y amable sin provocar en el entrevistador la incomodidad de descubrir que forma parte de esa fingida simpatía con la que los políticos persiguen los votos —porque en verdad siempre ha sido médico y su paso por la vida parlamentaria es más propio del azar que de una ambición temprana—. No es porque tenga el pelo largo —son las 09.00 de la mañana cuando conversam
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