Publicado hace 9 años por --457369-- a blogs.molinodeideas.com

Insultos, blasfemias, improperios y otras palabras malsonantes que aunque puedan escandalizar a quien los recibe, cumplen una función esencial en la comunicación: Defendernos y ofender al receptor con la palabra. Es una reacción natural de nuestra habla ante algo que no nos gusta. Y todas las lenguas dedican términos concretos para este fin. Por supuesto, en español, la riqueza “insultológica” es inmensa.