La vida de Ana Garrido comenzó a desmoronarse en 2009, cuando decidió denunciar las irregularidades que presenciaba en el Ayuntamiento del municipio madrileño de Boadilla del Monte en el que trabajaba como técnico de Juventud, bajo el mandato del popular Arturo González Panero. Tras casi dos décadas trabajando en el consistorio, comenzó a recibir presiones desde la alcaldía para firmar adjudicaciones ilegales. La situación le llevó a cogerse una baja, y es ahí cuando empezó a desarrollar un dossier que más tarde superaría el centenar de páginas
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