La raíz de los flujos migratorios masivos no se encuentra en un complot, sino en la lógica del capitalismo global, que demanda mano de obra barata para sostener su crecimiento. En lugar de cuestionar un sistema que perpetúa la desigualdad y la precariedad laboral, los defensores de esta teoría señalan a los inmigrantes como chivos expiatorios. Esta narrativa beneficia a las élites económicas, que evaden el escrutinio sobre su papel en la creación de las condiciones que impulsan la migración.