El último fue un punto interminable, demostración de que tumbar a un palista chino es derribar la muralla que recorre el país hegemónico desde el origen del tenis de mesa. Truls Möregårdh, sueco de 23 años, lanzaba golpes ganadores una y otra vez, pero se topaba con la defensa del número uno mundial, Li Shidong, que las devolvía todas con 10-9 en el set definitivo. Hasta que uno de sus golpes defensivos no tocó la mesa. Y se desató la locura. En los locutores, en el pabellón de Mälmoe y, especialmente, en este joven palista que puso una pica..
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