Allí, sobre el terreno, está el arqueólogo Javier Fernández Ortea, que nos ha explicado que van a “tratar de verificar, conocer e identificar una estructura que probablemente dé sentido a una necrópolis tan extensa, de probablemente más de 300 tumbas, 300 años después de que se abandonara la ciudad romana, que se diseminan por el valle en época tardoantigua y visigoda”, y añade que quieren saber “por qué se venían a enterrar a esta parte” y que “probablemente este edificio o estructura singular nos dé la clave”.