El libro mantiene su vigor, su fulgor, también, porque con la enfermedad del niño Umbral se adentra en el final de todos, en “el fracaso de nuestra vida”, “en la chamarilería atroz a la que todos venimos a parar antes o después”. La muerte del niño es su propia muerte, como la infancia del niño fue también la suya. Y se pregunta, y nos pregunta: “¿Adónde han ido las infancias de todos nosotros?”
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Umbral que por cierto tuvo sus más y sus menos con Reverte