Ningún gesto tan simbólico como dejar de beber Coca-Cola para golpear económicamente a los EEUU de Donald Trump. Como ocurre en Dinamarca, uno de los países europeos donde mayor impulso ha cobrado el boicot a los productos estadounidenses. Primero, como respuesta a la amenazante retórica del presidente republicano respecto a la anexión de Groenlandia y, ahora, como reacción a la guerra arancelaria que ha declarado al resto del mundo.
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