
Una tarde la gente vio a Rabiya buscando algo en la calle frente a su choza.
Todos se acercaron a la pobre anciana, ¿qué pasa? -le preguntaron-, ¿qué estás buscando?
―Perdí mi aguja, dijo ella. Y todos la ayudaron a buscarla.
Pero alguien le preguntó:
―Rabiya, la calle es larga, pronto no habrá más luz. Una aguja es algo muy pequeño, ¿porqué no nos dices exactamente dónde se te cayó?
―Dentro de mi casa, dijo Rabiya.
―¿Te has vuelto loca?-preguntó la gente-. Si la aguja se te ha caído dentro de tu casa, ¿porqué la buscas aquí afuera?
―Porque aquí hay luz, dentro de la casa no hay.
―Pero aun habiendo luz, ¿cómo podremos encontrar la aguja aquí si no es aquí donde la has perdido? Lo correcto sería llevar una lámpara a la casa y buscar allí la aguja.
Y Rabiya se rió.
―Sois tan inteligentes para las cosas pequeñas, ¿cuándo vais a utilizar esta inteligencia para vuestra vida interior?
Os he visto a todos buscando afuera y yo sé perfectamente bien, lo sé por mi propia experiencia que lo que buscáis está perdido dentro. Usad vuestra inteligencia ¿porqué buscáis la felicidad en el mundo externo? ¿Acaso lo habéis perdido allí?
Se quedaron sin palabras y Rabiya desapareció dentro de su casa.
Cuentos y fábulas de Buda
"No hay ninguna razón por la que no se pueda enseñar a un hombre a pensar."
Me ocurrió una vez, en un cruce, en medio de la multitud, de su ir y venir.
Me detuve, parpadeé: no entendía nada. Nada de nada: no entendía las razones de las cosas, de los hombres, todo era insensato, absurdo. Y me eché a reír.
Lo extraño para mí era que nunca antes lo hubiese advertido. Y que hasta ese momento lo hubiese aceptado todo: semáforos, vehículos, carteles, uniformes, monumentos, aquellas cosas tan separadas del sentido del mundo, como si hubiera una necesidad, una consecuencia que las uniese una a otra.
Entonces la risa se me murió en la garganta, enrojecí de vergüenza.
Gesticulé para llamar la atención de los transeúntes y «¡Deténganse un momento!», grité. «¡Hay algo que no funciona! ¡Todo está equivocado! ¡Hacemos cosas absurdas! ¡Este no puede ser el camino justo! ¿Dónde iremos a parar?».
La gente se detuvo a mi alrededor, me observaba, curiosa. Yo estaba allí en medio, gesticulaba, me volvía loco por explicarme, por hacerlos partícipes del relámpago que me había iluminado de golpe: y me quedaba callado. Callado porque en el momento en que alcé los brazos y abrí la boca, fue como si me tragara la gran revelación y las palabras me hubiesen salido así, en un arranque.
—¿Y qué? —preguntó la gente—. ¿Qué quiere decir? Todo está en su sitio. Todo marcha como debe marchar. Cada cosa es consecuencia de otra. ¡Cada cosa está ordenada con las demás! ¡Nosotros no vemos nada de absurdo ni de injustificado!
Yo me quedé allí, perdido, porque ante mi vista todo había vuelto a su lugar y todo me parecía natural, semáforos, monumentos, uniformes, rascacielos, rieles, mendigos, cortejos; sin embargo, aquello no me daba tranquilidad sino tormento.
—Disculpen —respondí—. Tal vez me haya equivocado. Me pareció. Pero todo está en orden. Disculpen —y me abrí paso entre miradas ásperas.
Sin embargo, todavía hoy, cada vez que no entiendo algo (a menudo), instintivamente me asalta la esperanza de que esta vez sea la buena, y que yo vuelva a no entender nada, a adueñarme de aquella sabiduría diferente, en un instante encontrada y perdida.
Italo Calvino
"No hay ningún viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige”.
Artthur Schopenhauer
“Contra soberbia, humildad, suspira el fraile.
Contra soberbia, ¡rebelión!, gritamos los hombres”.
Ricardo Flores Magón
Lo llaman Barbero, aunque no afeita ni corta el pelo. Vive en las profundidades de los mares tropicales, y de allí no sale.
Atiende cerca de los arrecifes de coral, en su barbería custodiada por anémonas y esponjas de colores.
En largas filas, esperan los peces sucios de bacterias, parásitos y hongos.
Él los limpia, siempre en silencio.
Este es el único barbero que no habla. Ni una palabra, nunca.
“Como el sol, como la luna, como el agua, como el oro, sé claro y brillante y refleja lo que hay en el fondo de tu corazón.”
Fotografío objetos y lo que esta actividad genera no deja de ser otro objeto, la propia fotografía, en este caso con una función difusa que tan sólo trata de hacer hincapié en que la realidad es un ejercicio de lectura.
"La vida cambia rápido. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y la vida como la conoces termina."
Joan Didion, “El año del pensamiento mágico” (2005)
“Los hombres se vuelven viejos, pero nunca se vuelven buenos”.
En ocasiones los ruidosos visitantes causaban un verdadero alboroto que acababa con el silencio del monasterio. Aquello molestaba bastante a los discípulos; no así al maestro, que parecía estar tan contento con el ruido como con el silencio.
Un día, ante las protestas de los discípulos, les dijo:
—El silencio no es la ausencia de sonido, sino la ausencia de ego.
Oscar Brenifier e Isabelle Millon, “Sabiduría de los cuentos sufíes”
“¿Por qué nos incomoda tanto el silencio? ¿Por qué encontramos alivio en tanto ruido?”
Mitch Albom, “Martes con mi viejo profesor” (1997)
“La capacidad de vivir con verdades relativas, con preguntas para las que no hay respuesta, con la sabiduría de no saber nada y con las paradójicas incertidumbres de la existencia, todo esto puede ser la esencia de la madurez humana y de la consiguiente tolerancia frente a los demás. ”
Paul Watzlawick, ¿Es real la realidad? (1994)
"Todos somos cobardes. Solo es cuestión de que nos atemoricen lo suficiente."
Eduardo Sacheri, “La pregunta de sus ojos” (2005)
“Conozco tus sueños tontos”, manifestó el emperador al esclavo.
El siervo respondió: “Lo sé, majestad. Yo también sé de sus sueños dorados. Sin embargo, ¿qué diferencia hay entre lo suyo y lo mío, si todo es un sueño?”.
Emperador y esclavo tuvieron el mismo destino cuando el hombre que los soñaba entró en estado de vigilia.
Carlos Alberto Agudelo Arcila, “Demonios de un día”
Esta es la historia de dos sadhus.
Uno de ellos había sido enormemente rico y, aun después de haber cortado con sus lazos familiares y sociales y renunciar a sus negocios, su familia cuidaba de él y disponía de varios criados para que le atendieran.
El otro sadhu era muy pobre, vivía de la caridad pública y sólo era dueño de una escudilla y una piel de antílope sobre la que meditar.
Con frecuencia, el sadhu pobre se jactaba de su pobreza y criticaba y ridiculizaba al sadhu rico. Solía hacer el siguiente comentario: "Se ve que era demasiado viejo para seguir con los negocios de la familia y entonces se ha hecho renunciante, pero sin renunciar a todos sus lujos".
El sadhu pobre no perdía ocasión para importunar al sadhu rico y mofarse de él. Se le acercaba y le decía: "Mi renuncia sí que es valiosa y no la tuya, que en realidad no representa renuncia de ningún tipo, porque sigues llevando una vida cómoda y fácil".
Un día, de repente, el sadhu rico, cuando el sadhu pobre le habló así, dijo tajantemente:
-Ahora mismo, tú y yo nos vamos de peregrinación a las fuentes del Ganges, como dos sadhus errantes.
El sadhu pobre se sorprendió, pero, a fin de poder mantener su imagen, tuvo que acceder a hacer una peregrinación que en verdad le apetecía muy poco. Ambos sadhus se pusieron en marcha. Unos momentos después, súbitamente, el sadhu pobre se detuvo y, alarmado, exclamó:
-¡Dios mío!, tengo que regresar rápidamente.
En su rostro se reflejaba la ansiedad.
-¿Por qué? -preguntó el sadhu rico.
-Porque he olvidado coger mi escudilla y mi piel de antílope.
Y entonces el sadhu rico le dijo:
-Te has burlado durante mucho tiempo de mis bienes materiales y ahora resulta que tú dependes mucho más de tu escudilla y tu piel que yo de todas mis posesiones.
El secreto está en no ser poseído por lo que se posee.
Cuento clásico de la India
“La intolerancia tiende a censurar, y la censura acrecienta la ignorancia de las razones ajenas y, por consiguiente, la propia intolerancia es un círculo vicioso muy rígido y muy difícil de romper.”
Primo Levi, "Los hundidos y los salvados" (1986)
Todos somos crucificados por un materialismo irredento, sacrificados en el altar de fortunas ajenas.
José Miguel Gándara. Poeta y redactor
"Cuando un personaje piensa, habla. Cuando un personaje siente, actúa".
Jean-Claude Carrière.
„¿Y si hubiésemos llegado a unos tiempos de locura en los que los hombres tampoco pudiésemos elegir nuestros puntos cardinales?“
“Un paraíso del que no se puede salir es un infierno”.
“Lo más importante es salir y ver las estrellas, no verlas en los libros.”
menéame