Frases y fragmentos de libros
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Cita de George R. R. Martin

"Los únicos lobos a los que debemos temer son aquellos que llevan piel humana puesta".

Atribuida a George R. R. Martin

Fuente

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De la tierra y la guerra

Yo soy guerrero para que mi hijo pueda ser granjero. Para que mi nieto pueda ser abogado. Para que mi bisnieto pueda ser poeta.

Cita atribuida a Thomas Jefferson durante la Guerra de Independencia.

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Cita - "Ser feliz era esto"

 

A veces uno vive una vida idiota. En una de esas, hasta lo sabe. Sabe que es la vida de un idiota. Pero mientras no haya un testigo, alguien que lo vea, alguien que lo diga, puede pasar, puede seguir.

Eduardo Sacheri, “Ser feliz era esto” (2014)

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Cuento - La confesión

Cuento - La confesión

En la primavera de 1232, cerca de Aviñón, el caballero Gontran D’Orville mató por la espalda al odiado conde Geoffroy, señor del lugar. Inmediatamente confesó que había vengado una ofensa, pues su mujer lo engañaba con el Conde.

Lo sentenciaron a morir decapitado, y diez minutos antes de la ejecución le permitieron recibir a su mujer, en la celda.

-¿Por qué mentiste? -preguntó Giselle D’Orville-. ¿Por qué me llenas de vergüenza?

-Porque soy débil -repuso-. De este modo simplemente me cortarán la cabeza. Si hubiera confesado que lo maté porque era un tirano, primero me torturarían.

Manuel Peyrou

Biografía

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Cita de Søren Kierkegaard

Cita de Søren Kierkegaard

¡Qué irónico es que precisamente por medio del lenguaje, un hombre pueda degradarse por debajo de lo que no tiene lenguaje!

Søren Kierkegaard

Biografía



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Cita de Anatole France

Cita de Anatole France

"La Ley, en su magnífica ecuanimidad, prohíbe, tanto al rico como al pobre, dormir bajo los puentes, mendigar por las calles y robar pan".

Anatole France

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«El cementerio de los dioses»

«El cementerio de los dioses»

 Como la otra vida es una especie de ajuste de cuentas, podríamos pensar que no están incluidos los animales, que no son responsables de sus actos. Menos mal que sería una equivocación. La otra vida habría sido una etapa muy solitaria sin animales, y hemos descubierto la agradable realidad de que el más allá está lleno de perros, mosquitos, canguros y muchas otras criaturas. Después de llegar y echar un vistazo, resulta obvio que todo lo que existió antes disfruta de una segunda vida.

  Empiezas a darte cuenta de que el regalo de la inmortalidad se aplica también a todo aquello que creamos. La otra vida está llena de teléfonos móviles, tazas, adornos de porcelana, tarjetas de visita, candelabros, dianas. Las cosas que fueron destruidas en el pasado -barcos atacados, ordenadores desechados, muebles rotos- regresan en perfecto estado a la otra vida. Todo lo creado por nosotros puede acompañarnos en la otra vida, en contra de la advertencia de que no podemos llevárnoslo con nosotros. Todo lo creado sobrevive.

  Esta norma se aplica, sorprendentemente, a todas las creaciones, no sólo a los objetos materiales, también a conceptos mentales. Así que junto con los objetos, en la otra vida nos acompañan los dioses creados por nosotros. A solas en una cafetería, es perfectamente posible que te encuentres con Resheph, el dios semítico de las plagas y la guerra. De la frente le sale una cabeza de gacela y mira por la ventana a los viandantes con aire de nostalgia. En un pasillo del supermercado tal vez veas al dios babilonio de la muerte, Nergal, al griego Apolo o al védico Rudra. De igual forma contemplarás a los dioses de las llamas y las lunas, a la diosa de la sexualidad y la fertilidad, a los dioses de los caballos de guerra caídos en la batalla y los esclavos fugados dentro del centro comercial. A pesar de ir vestidos de incógnito, se les detecta fácilmente por su enorme tamaño y por otras características como cabezas de león, multiples brazos o colas de reptil.

  Están solos debido, en gran medida, a que han perdido público. Solían curar enfermedades, actuar como intermediarios entre los vivos y los muertos y repartir cosechas, protección y venganza entre sus fieles. Ahora ya nadie sabe ni cómo se llaman. Ninguno pidió que lo crearan, y así y todo se encuentran atrapados aquí para toda la eternidad. Sólo rara vez se produce un resurgimiento localizado de la creencia en algún dios antiguo, una pequeña reunión de seguidores, pero son arrebatos que no suelen durar mucho. Los dioses saben que están atascados aquí con la mano de cartas que les ha tocado en suerte: una personalidad vengativa, ojos que echan fuego, familias con problemas de adaptación y la eternidad en sus manos.

  Cuando empiezas a mirar a tu alrededor, te das cuenta de que hay miles. El dios azteca Mictlantecuhtli, el dios mono chino Sun Wukong, el noruego Odín. En la otra vida, en la guía telefónica aparecen dioses como la Serpiente del Arcoiris de los aborígenes australianos, el dios prusiano Zempat, el sorbiano Berstuk, el algonquino Gitche Manitou, el sardinio Maymon o el tracio Zibelthiurdos. De igual forma, en un restaurante es posible participar sin quererlo de la fría relación existente entre la diosa babilonia del mar, Tiamat, y el dios de las tormentas, Marduk, que una vez la partió en dos. Ella picotea del plato y contesta con secos monosílabos a los intentos de él de entablar una conversación.

  Algunos de los dioses están relacionados entre sí; otros tienen genealogías imposibles de seguir. Tienen en común que son proclives a rechazar la morada gratuita que se les ofrece en la otra vida, aunque nadie sabe muy bien por qué. Lo más probable es que sea porque les cuesta aceptar la idea de descender al nivel de aquellos que en su día se arrodillaban ante ellos para adorarlos.

  Así, por las noches, solos y sin hogar, se reúnen a las afueras de la ciudad y se echan a dormir sobre grandes praderas verdes. Si te interesa la historia y la teología, disfrutarás recorriendo estos campos sembrados de dioses, este silencioso espectáculo horizontal de deidades abandonadas dispuestas en hileras irregulares en punto de fuga. Aquí es posible que te topes con el Bathalang Maykapal de los tagalogs y su principal enemigo, el dios lagarto Bakonawa; como ya no le importa a nadie si se pelean o no, ahora se sientan a compartir una botella de vino. Te encuentras al dios de la luz, Atea, del archipiélago Tuamotu, y a su hijo, Tane, que en sus buenos tiempos arrojó contra su padre los rayos de su antepasado Fatutiri; ahora toda la familia está reunida. Sus vendettas están apagadas y parece difícil que puedan cobrar vida de nuevo. Mira, allí está Tawhirimatea, el dios maorí de las tormentas y los vientos, que se pasó la vida castigando a sus hermanos dioses por separar a sus padres, Rangi y Papatuanuku; como ya no hay público, se le han terminado los vientos y juega a las cartas con sus hermanos bajo un despejado cielo. Más allá se puede ver a Khonvoum, el dios supremo de los pigmeos bambuti, sujetando su arco fabricado con dos serpientes. Cree que todavía puede aparecerse a los humanos como un arco iris. Aquí está el dios del fuego de los shinto, Kagu-tsuchi, cuya madre murió abrasada al dar a luz; la única prueba que queda ahora de aquel fuego es un ligero olor a quemado.

  Como si se tratara de un museo, estos campos de dioses, esta enciclopedia pastoral de la mitología, es un testamento de la creatividad humana y la cosificación. Los antiguos dioses están acostumbrados a vernos por aquí; los nuevos están molestos por lo rápidamente que han pasado de la veneración y el martirio al abandono y el turismo.

  Aunque los dioses han elegido voluntariamente congregarse aquí fuera, la verdad es que no se soportan mutuamente. Se sienten confusos, porque se han encontrado aquí, en la otra vida, pero en lo más profundo de su ser creen que están al mando. Salen a la superficie por su agresividad y todavía quieren reclamar su supremacía sobre los demás. Pero aquí ya no están en lo alto de la jerarquía, sino que sufren hombro con hombro en la hermandad del abandono.

  Hay sólo una cosa que aprecian de la otra vida. Debido a su famoso carácter vengativo y a su creatividad en el arte de la tortura, están muy impresionados con esta versión del Infierno.»

David Eagleman

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Cuento sufí - ¿Qué necesito?

Un maestro se desplazó, junto a un grupo de monjes, a una gran ciudad para participar en unas jornadas sobre la meditación y el desapego de lo material.

Habló sobre lo fácil que es vivir con poco, sin lujos, sin las necesidades impuestas por el consumismo desmedido. Contó que él apenas tenía muebles o ropas y era muy feliz.

Tras acabar las jornadas, el maestro y sus alumnos se fueron al aeropuerto para coger el avión de regreso. Como tenían dos horas libres decidieron entrar en un centro comercial, pues la mayoría de ellos nunca había estado en ninguno.

Pasearon por los pasillos observando todos los productos que les rodeaban, y cuando ha había transcurrido más de una hora decidieron que era momento de irse, pero no encontraban al maestro por ningún lado.

Finalmente lo descubrieron yendo por los pasillos, tocando la mayoría de objetos, examinándolos, interesándose por ellos… incluso llegó a preguntar a algún vendedor por el precio o utilidad de los mismos.

Asombrados por aquel comportamiento, ninguno se atrevió a decir nada y, lentamente, se dirigieron a la salida para esperarlo allí.

Cuando ya apenas faltaban unos minutos para embarcar, observaron que el maestro salía tranquilamente del centro comercial y se dirigía hacia ellos.

—Bien, hermanos, se ha hecho un poco tarde, creo que ya es hora de marchar hacia casa —les dijo.

Todos se quedaron en silencio. En realidad, ninguno de los alumnos se atrevía a decir nada, pero no entendían que justamente él hubiera caído en las redes del consumismo.

Finalmente, uno de ellos, el más joven, se atrevió a hablar.

—Maestro, ¿puedo hacerle una pregunta?

—Claro, adelante.

—¿Cómo es que usted, que cultiva la austeridad, ha estado tanto tiempo observando todo lo que había allí dentro?

—Es que me he quedado maravillado de todas las cosas que existen y no necesito.

Cuento sufí

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Del comercio, la paz y la intervención

"(...) sólo en un estado de paz será posible que los vendedores distribuyan las mercancías entre los compradores y que las mercancías lleguen regularmente al mercado por caminos sin fronteras, sin asaltos, en paz y libertad. Pero las plazas de los mercados y los caminos tranquilos sólo se mantienen en paz cuando la circulación de mercancías se mantiene en equilibrio. Y por ello hace falta, ante todo, el Estado. Por ello, decir que el comercio genera la paz es una simple petición de principio, porque la paz está ya implicada en el mismo mercado, cuando este proceso está en marcha. Pero, ¿cómo ponerlo en marcha? ¿Acaso no hubo previamente una guerra que había despejado el campo de malhechores y de competidores? Y lo más importante, ¿cómo mantenerlo en marcha?, ¿acaso los mismos flujos comerciales, cada vez más abundantes, no rompieron de vez en cuando el equilibrio dinámico de la corriente de circulación, dando lugar a colapsos o a turbulencias? (...)

La diferencia entre un Estado liberal y un Estado socialista no es una diferencia entre economía libre y economía intervenida; más bien es una diferencia entre “economías intervenidas”, según determinadas proporciones… la diferencia entre una economía liberal y una economía con planificación central, tipo soviético, no será tanto una diferencia económica cuanto una diferencia política… La apariencia de una economía libre que funciona entregada a las leyes puras del mercado es una ilusión derivada de que esa economía, en el marco de la economía política, se comporta como si estuviera sometida a leyes naturales (...)

Si el Estado liberal propugna un intervencionismo mínimo y una privatización máxima en materia económica, cultural, etc. no es porque carezca de una perspectiva globalizadora, sino porque la burguesía dominante, dueña del control económico, y con sindicatos débiles, no necesita que nadie, fuera de ella misma, intervenga en sus planes y programas. Pero cuando ese Estado de equilibrio se rompe por motivos internos o por una coyuntura internacional, entonces es el mismo “Estado burgués” el que pedirá la intervención “totalitaria”(...)"

Gustavo Bueno, "La Vuelta a la Caverna", 2004

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Yo soy yo

Yo soy yo y mis putos problemas, y si no los resuelvo a ellos, yo no tengo solución.

De los famosos pensadores Ortega y Gasset.

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Libre Mercado

"Los principios son claros y explícitos. El libre mercado está bien para el tercer mundo y su creciente contraparte en nuestro país. A las madres con chicos a cargo puede instruírselas firmemente acerca de la necesidad de la autosuficiencia, pero no a los ejecutivos e inversores dependientes, por favor. Para ellos debe florecer el estado benefactor."

Noam Chomsky

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Cita - "La llamada del ángel"

“-Tú decides.

-No me dejas elección.

-Siempre tenemos elección. Es más, somos la suma de nuestras elecciones.” 

Guillaume Musso, “La llamada del ángel (2011)

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Fábula - El águila, el cuervo y el pastor

Lanzándose desde una cima, un águila arrebató a un corderito.

La vio un cuervo y tratando de imitar al águila, se lanzó sobre un carnero, pero con tan mal conocimiento en el arte, que sus garras se enredaron en la lana, y batiendo al máximo sus alas no logró soltarse.  

Viendo el pastor lo que sucedía, cogió al cuervo, y cortando las puntas de sus alas, se lo llevó a sus niños.

Le preguntaron sus hijos acerca de qué clase de ave era aquella, y les dijo:

- Para mí, solo es un cuervo; pero él, se cree águila.

Fábula de Esopo

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Cita de Joseph Goebbels

"Siempre será uno de los mejores chistes de la democracia el que proporcionó a sus enemigos mortales los medios por los que fue destruida. Los dirigentes perseguidos del NSDAP se convirtieron en diputados parlamentarios y adquirieron con ello la inmunidad parlamentaria, asignaciones y billetes gratuitos para viajar. Pasaron así a estar a salvo de la intervención policial, pudieron permitirse decir más que el ciudadano corriente y, aparte de eso, tuvieron pagados por el enemigo los costes de su actividad. Se puede obtener un magnífico capital a costa de la estupidez democrática. Los miembros del NSDAP comprendieron eso inmediatamente y les produjo una enorme satisfacción."

La llegada del Tercer Reich, Richard J. Evans

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Tao del Jeet Kune Do

"No le temo al hombre que ha aprendido diez mil patadas. Le temo al hombre que ha practicado una patada diez mil veces".

"Tao del Jeet Kune Do", Bruce Lee.

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Momo (fragmento)

Aun cuando alguien tiene muchos amigos, suele haber entre ellos unos pocos a los que se quiere todavía más que a los demás. También en el caso de Momo era así.

Tenía dos grandes amigos que iban a verla cada día y que compartían con ella todo lo que tenían. Uno era joven y otro viejo.

Momo no habría sabido decir a quién de los dos quería más.

El viejo se llamaba Beppo Barrendero. Seguro que en realidad tendría otro apellido, pero como era barrendero de profesión y todos le llamaban así, él también decía que ése era su nombre.

Beppo Barrendero vivía en una choza que él mismo se había construido, cerca del anfiteatro, a base de ladrillos, latas y cartón embreado. Era extraordinariamente bajo e iba siempre un poco encorvado, por lo que apenas sobrepasaba a Momo. Siempre llevaba su gran cabeza, sobre la que se erguía un mechón de pelos canosos, un poco torcida, y sobre la nariz llevaba unas pequeñas gafas.

Algunos opinaban que a Beppo Barrendero le faltaba algún tornillo. Lo decían porque ante las preguntas se limitaba a sonreír amablemente y no contestaba. Pensaba. Y cuando creía que una respuesta era innecesaria, se callaba. Pero cuando la creía necesaria, pensaba sobre ella. A veces tardaba dos horas en contestar, pero otras tardaba todo un día. Mientras tanto, el otro, claro está, había olvidado qué había preguntado, por lo que la respuesta de Beppo le sorprendía.

Solo Momo sabía esperar tanto y entendía lo que decía. Sabía que se tomaba tanto tiempo para no decir nunca nada que no fuera verdad. Pues en su opinión, todas las desgracias del mundo nacían de las muchas mentiras, las dichas a propósito, pero también las involuntarias, causadas por la prisa o la imprecisión.

Cada mañana iba, antes del amanecer, en su vieja y chirriante bicicleta, hacia el centro de la ciudad, a un gran edificio. Allí esperaba, con sus compañeros, en un patio, hasta que le daban una escoba y le señalaban una calle que tenía que barrer.

A Beppo le gustaban estas horas antes del amanecer, cuando la ciudad todavía dormía. Le gustaba su trabajo y lo hacía bien. Sabía que era un trabajo muy necesario.

Cuando barría las calles, lo hacía despaciosamente, pero con constancia; a cada paso una inspiración y a cada inspiración una barrida. Paso-inspiración-barrida. Paso-inspiración-barrida. De vez en cuando, se paraba un momento y miraba pensativamente ante sí. Después proseguía paso-inspiración-barrida.

Mientras se iba moviendo, con la calle sucia ante sí y la limpia detrás, se le ocurrían pensamientos. Pero eran pensamientos sin palabras, pensamientos tan difíciles de comunicar como un olor del que uno a duras penas se acuerda, o como un color que se ha soñado. Después del trabajo, cuando se sentaba con momo, le explicaba sus pensamientos. Y como ella le escuchaba a su modo, tan peculiar, su lengua se soltaba y hallaba las palabras adecuadas.

-Ves, Momo le decía, por ejemplo-, las cosas son así: a veces tienes ante ti una calle larguísima. Te parece tan terriblemente larga, que nunca crees que podrás acabarla.

Miró un rato en silencio a su alrededor; entonces siguió:

-Y entonces te empiezas a dar prisa, cada vez más prisa. Cada vez que levantas la vista, ves que la calle no se hace más corta. Y te esfuerzas más todavía, empiezas a tener miedo, al final estás sin aliento. y la calle sigue estando por delante. Así no se debe hacer.

Pensó durante un rato. Entonces siguió hablando:

-Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez, ¿entiendes? Solo hay que pensar en el paso siguiente, en la inspiración siguiente, en la siguiente barrida. Nunca nada más que en el siguiente.

Volvió a callar y reflexionar, antes de añadir:

-Entonces es divertido; eso es importante, porque entonces se hace bien la tarea. Y así ha de ser.

Después de una nueva y larga interrupción, siguió:

-De repente se da uno cuenta de que, paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no se da cuenta cómo ha sido, y no se está sin aliento.

Asintió en silencio y dijo, poniendo punto final:

-Eso es importante.

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Dios los cría...

“Un tonto encuentra siempre otro más tonto que lo admira.”

SIR ARTHUR CONAN DOYLE (Sherlock Holmes)

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Democracia es mal

"La democracia creía que era valiosa para las masas populares y no entendió que las masas populares desprecian a los que no tienen el valor de ser lo que deben ser. Todo esto es lo que la democracia no entendió. La democracia le quitó el "estilo" a la vida del pueblo. El fascismo le ha devuelto el "estilo" a la vida del pueblo: es decir, una línea de conducta; es decir, el color, la fuerza, lo pintoresco, lo inesperado, lo místico; en resumen, todo lo que cuenta en la mente de las multitudes". Benito Mussolini, Discurso a la Cámara de los Diputados (1922)

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Citas de Cioran

Todo acto de valentía es obra de desequilibrados. Los animales, normales por definición, son siempre cobardes, salvo cuando saben que son mas fuertes, lo cual es la cobardía misma.

Un hombre que se precie no tiene patria. Una patria es un engrudo.

Hay que estar chiflado para lamentarse de la desaparición del hombre, en lugar de entonar un: ¡ya era hora¡

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Cita - "Desobediencia civil"

Cita - "Desobediencia civil"

“Las leyes injustas existen: ¿deberíamos contentarnos con obedecerlas, o bien deberíamos luchar por enmendarlas? ¿Y deberíamos seguir obedeciéndolas hasta que tuviésemos éxito, o bien deberíamos transgredirlas inmediatamente?”

Henry David Thoreau, “Desobediencia civil” (1849)

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Cita - Temores

Cita - Temores

"A cada día le bastan sus temores, y no hay por qué anticipar los de mañana".

Charles Péguy



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Ritos de paso y prácticas sacralizadas de la Edad del Bronce

Entendemos por “ritos de paso” aquellas ceremonias que evidencian ante la comunidad un cambio en la condición social del individuo. Durante la Edad de Bronce (y pervivencia en la de Hierro) los principales serían el nacimiento, la mayoría de edad y el funeral. A estos “ritos de paso” se asocian ciertas prácticas de carácter sacralizado como “cosecha del espíritu” y “salvaguarda de la madre” en el nacimiento, “rapto, robo y abigeato” y “bandas y fratrías” en la mayoría de edad, y “emplazamiento del espíritu“ y “lugares de tránsito” para el funeral. Soy consciente de encontrarme en terreno movedizo y sobre todo basto, de modo que me limitaré a desarrollar el rito de paso a la mayoría de edad dejando el del nacimiento y el del funeral para artículos posteriores. 

 

MAYORÍA DE EDAD ― Prácticas del rapto, del robo y del abigeato

 

Entendemos el fenómeno del “rapto de las hembras" como una práctica sacralizada que hunde sus raíces en la Edad del Bronce y guarda prevalencia, aunque ya estereotipada, durante la Edad del Hierro, alcanzando en algunos casos hasta casi nuestros días; por demás de ser una eficaz y lúcida vacuna a la endogamia, que todo hay que decirlo.

El “rapto” junto al “robo” (armas, joyas…) y el “abigeato” (robo también, pero uno por el que el ganado salía más barato) fueron prácticas de obligado cumplimiento para todo mozo que entonces aspirara a superar su “rito de paso” a la edad adulta, ceremonia y festividad que se oficiaba con gran pompa cada año entre estos grupos tribales de gentes del Bronce y del Hierro. Dicho rito requería que el postulante acometiera las hazañas del rapto-robo-abigeato a fin de ser recibido y declarado como un “hombre de bien” por su comunidad. De manera que aquellos imberbes catequistas formaban su banda (vocablo actual cuyo origen se sitúa en aquel tiempo y raíz del teónimo hispano Bandue, deidad protectora de estas prácticas y patrona de bandas y fratrías) y abandonando (misma raíz, je, je) sus casas, su gente y su poblado salían gritando en comandita aquello de «¡a por ellas a por ellas, sean novillas o doncellas…!» Se ocupaban así de hostigar por un tiempo a las hembras, los ganados y los bienes de otros poblados de la zona; y estos, en su terca obstinación por impedirlo, siempre se cobraban a algún que otro practicante (ahí está la gracia, que la juerga hay que pagarla).

El asunto es que aquellos agraciados que volvían indemnes al poblado pasaban ya de facto a ser “hombres de derecho”, alcanzando algunos y conforme a su botín a serlo además “de provecho” y quedar allí en su pueblo como “gentes de posibles”. Todo eran ventajas, eran recibidos como adultos y de paso retornaban fuertes y adiestrados para en adelante proteger lo propio frente a cualesquiera banda de “quintos” forasteros que acudieran a robarles cada año. Porque acudían sin falta, ¿eh? Pero como allí en el pueblo los adultos ya se lo sabían, a la tarde se guardaban idolillos, brazaletes y collares en los entramados vegetales de los techos, encerraban sus ganados en sus propios dormitorios y animaban a sus mozas a mear rápido y cerca y a recogerse temprano. Aun así los postulantes forasteros siempre daban con algún julay despreocupado, cabra descuidada o hembra ansiosa por ver mundo, y de aquello ya cobraban expedita y buena prenda. Pero vean que así todo quedaba compensado, las gallinas que salían por las otras que allí entraban, aquello no era más que pura meritocracia en ejercicio, un remanso de fortuna y paraíso de oportunidades.

En fin, a lo que vamos: el asunto este del rapto, del hurto y del abigeato. Pues de aquel sustrato sacro y cultural del Bronce ya se alumbran, amaneciendo el Hierro, los mitos conocidos por nosotros sobre el “rapto” (Rapto de Europa, Helena, Hipodamia, Medea…) y sobre el “robo” y el “abigeato” (Gerión, el vellocino, Autólico, Caco…); dando paso por ejemplo el “rapto”, que es el que nos ocupa ahora, a algunas viejas fórmulas nupciales de las que nos informa el bueno de Plutarco (Licurgo 15, Cuestiones romanas 29, …); como aquella que consiste en no pasar la novia a su nueva casa sino en puras volandas y fingiendo mucha resistencia. Entre estas también aquel denominado entre los griegos “matrimonio de rapto”, e incluso aquí más cerca la venerable costumbre denominada “el rapto de la novia”, excentricidad vetusta que en nuestro sur-sureste ha llegado casi hasta el presente y consiste en llevarse el novio a la novia sacándola del pueblo y no volver hasta quedar ambos disfrutados. Así, pasados varios días, regresaban al pueblo los mozos campantes y dispuestos para celebrar ya en casa una simple boda. Tradiciones estas que rememoran con ternura la práctica sagrada de los raptos ancestrales. Para esta zona y como representación gráfica del “rapto” contamos, por ejemplo, con la que figura en los ases ibéricos de Cástulo: piezas de bronce cuyo reverso reproduce la imagen del “Rapto de Europa”.

También será Plutarco (Vidas paralelas, Mario–Sila) quien informe sobre aquellas otras patas de este mismo “rito de paso” a la mayoría de edad: el robo y el abigeato, aspectos que este autor considera costumbre propia y arraigada entre las gentes de Hispania: «… Por no haber dejado los íberos de tener al robo como hazaña saludable y digna de alabanza», dice el pavo. Incluso el Strabon (III, 4,5), griego este y muy civilizado, no se ahorrará tampoco de emitir dictamen sobre aquello nuestro: «… hábiles en luchar y sorprender al enemigo, viven sin embargo los iberos aplicados a sus correrías y depredaciones, aventurando permanentes golpes de mano para ello pero nunca acometiendo empresas de importancia, y es que no han sabido concertar sus fuerzas para así fundar alguna liga o confederación más poderosa [que los haga fuertes manteniéndolos unidos]», afirmaba aquel hombre tan sabio y viajado.          

Sobre “concertar sus fuerzas para fundar una confederación o liga poderosa” no comento nada porque eso es cosa del pasado, ahora somos todos una piña inquebrantable y hablar de aquello ya no viene a cuento… ¿verdad? Pero permitidme una breve digresión, solo es un momento: pues veréis también que sobre aquella dulce práctica del rapto hoy nos conformamos con levantar la novia a algún vecino, y a su vez el venerable abigeato languidece a causa de no ser los ganados bienes de prestigio como antaño. Una lástima, pero así está la cosa. Sin embargo de lo otro… ¡Ay lo otro! De lo otro sí que conservamos muy lozana y reluciente nuestra célebre destreza para el "robo", sacro mandamiento que nos viene ya de lejos y guardamos en sagrario o campando muy vivito por esta piel de toro… Este sí lo obedecemos. Este es cosa nostra.

Si el rapto garantizaba al “nuevo adulto” su descendencia y el robo de armas y joyas su prestigio en vida y en el más allá, por su parte el abigeato revestía un carácter netamente económico y de subsistencia. Queda claro que el ganado es la fuente económica principal con que contaban aquellas sociedades (fijaos en los masai), pero a nuestros efectos aún es algo más: la protomoneda. Se considera a la piel de vaca (o de buey, de novillo, de toro… como queráis) el primer material “vehicular” de cambio, primero esas mismas pieles y ya después la imagen tipográfica de los primeros intercambios “monetales” ya metálicos: los denominados “lingotes chipriotas”, placas de cobre en forma de piel de buey extendida.

 

Y bien, esto es todo. En próximos artículos intentaré desarrollar, igualmente con rigor y en tono desenfadado, la génesis de las prácticas asociadas a los otros “ritos de paso”, nacimiento y funeral. En el primer caso remontaré a tiempos megalíticos (prácticas de culturas quasi-matriarcales relativas a los dólmenes) y en el segundo al denominado “Bronce Atlántico” y a su más que significativa ausencia de necrópolis.

Disfrutad de la vida.

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El analfabeto político, Bertolt Brecht

El peor analfabeto

es el analfabeto político.

No oye, no habla,

ni participa en los acontecimientos políticos.

No sabe que el costo de la vida,

el precio del pan, del pescado, de la harina,

del alquiler, de los zapatos o las medicinas

dependen de las decisiones políticas.

El analfabeto político

es tan burro, que se enorgullece

e hincha el pecho diciendo

que odia la política.

No sabe, el imbécil, que,

de su ignorancia política

nace la prostituta,

el menor abandonado,

y el peor de todos los bandidos,

que es el político trapacero,

granuja, corrupto y servil

de las empresas nacionales

y multinacionales.

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Fábula - El lobo y el cordero

“Había una vez un lobo que vio a un cordero en la orilla de un río y quiso comérselo ofreciendo un pretexto simple pero verosímil. A pesar de estar río arriba, le acusó de no dejarle beber al revolver el agua. El cordero contestó que al estar el lobo río arriba y el más abajo, no era posible que así fuera.

Al ver el fracaso, el lobo acusó al cordero de haber insultado a sus padres el año anterior, a lo que el cordero contestó que hacía un año el aún no había nacido. El lobo dijo entonces que, aunque el cordero se justificaba muy bien, no le dejaría ir y no iba a dejar de comérselo".

A menudo, aquellos que quieren provocarnos daño, no se van a detener independientemente de nuestros argumentos o de que sea o no justo.

Fábula de Esopo

Fuente

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Fragmento - Oryx y Crake

"En fin, tal vez no existían soluciones. La sociedad humana, aseguraban, era una especie de monstruo, y sus principales subproductos eran los cadáveres y los escombros. Nunca aprendía, siempre repetía los mismos errores estúpidos, siempre escogía los beneficios inmediatos a costa de un sufrimiento a largo plazo."

Margaret Atwood - Oryx y Crake (2003)

11 9 0 K 59
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menéame