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Tras el incendio | La mirada del mendigo
En una de las fincas que me dejó mi padre planté en su día frutales y, entre ellos, había sembrado algunas bellotas (la única forma inteligente de reproducir quercíneas) y plantado algún que otro arbolillo autóctono. La idea era mantenerlos con podas (para que no avasallaran a los frutales, menos vigorosos) y, cuando yo muriese, que ellos se hicieran con el dominio de la finca y sirviesen de foco de repoblación, algún día que esta tierra deje de estar regida por la ignorancia y la bestialidad...
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