David Lynch fue, ante todo, un artista. Un cineasta que se convirtió en una estrella a raíz de la repercusión mundial de la serie Twin Peaks, pero que priorizó continuar siendo un artista con una voz propia. Consiguió que una serie de televisión molase mucho antes de Los Soprano o The wire. Y a pesar de vivir ese éxito descabellado luchó por su autonomía creativa, aunque eso le generase dificultades para llevar a cabo sus trabajos.
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