Este es un debate que se repite recurrentemente en los medios de comunicación y en las redes sociales, y que tiene que ver con el rechazo que generan ciertos chistes o bromas hacia individuos o colectivos. Pero es falso porque, en mi opinión, se basa en una premisa incorrecta. Se debate cuál es el límite del humor o si debe tener siquiera límites. La falsedad reside en que el objeto del debate no es el humor, es la ofensa. El humor es mucho más. Lo hay de distintos tipos y con distintos ingredientes.
El humor contiene también la ofensa, pero no toda ofensa es humor. La afrenta y el insulto tiene distintos grados, por eso se hacen distinciones sobre ellos. Se ha desviado el debate hacia este concepto para crear interesadamente confusión en favor de quienes lo promueven. Porque el humor es en parte precisamente el límite que diferencia la percepción de una ofensa, y apela a lo más profundo del trato humano, social, estético y de la comunicación entre diferentes.
No se trata aquí de desvirtuar el mal gusto, el humor negro o cualquier otra variante para imponer un sesgo moral hacia un humor blanco, por ejemplo, sino de saber interpretar y dirimir el verdadero objeto del debate.
- - "¡Tienes la cara de una sucia marrana!"
- - "¿Es que tanto me parezco a tu hermana?"
· Ofensa y réplica. Imagen "Duelo en el Bois de Boulogne en 1874". Dominio público >
Diálogo
Los que rigen este falso debate de los límites giran su argumentación en torno a las bromas o los chistes. Lo suelen centrar en si el objeto de éstos sabe o no aceptar el “humor”. Cuando se acepta, para ellos funciona. Cuando no se acepta, entonces se carga contra el aludido por no haber sabido encajar la broma. Se da una paradoja: ahora el ofensor pasa a ser el ofendido.
Éste llama al otro despectivamente “ofendidito” porque su burla no es recibida de buen grado. Es decir, en este debate no se cuestiona al emisor o al mensaje sino al destinatario. Digamos que el propio “agresor” (verbal, se entiende) culpa a la "víctima", y olvidamos por qué se inició la confrontación.
Este efecto rebote se da porque hay una réplica. Y esto es algo relevante, ya que el humor es generalmente un diálogo. Si el aludido no tiene capacidad de respuesta, por algún tipo de indefensión, se encuentra excluido. La clave que se quiere desviar de nuestra atención es que: el hacer un juicio sobre algo que concierne a un tercero está sujeto siempre a una réplica o a una reprobación, al igual que cualquier actuación pública está sujeta a la crítica.
No es sólo una cuestión del punto de vista.
Cuando se hace una broma existe ánimo de congeniar, o tal vez de despreciar, puede ser amable, puede no serlo, pero en definitiva existe una intención, cualquiera que ésta sea. Unos pueden argumentar que, aunque algo ofenda a algunos, debe hacerse igualmente; que la gracia está en el que hace la broma y los que se ríen con él (el punto de vista), mientras que el ofendido siempre existirá por contraposición (por ser el objeto del ataque). Pero la naturaleza del ataque y la percepción de éste es justamente lo que causa la reacción. No tendrá la misma respuesta si se percibe dañino que si no es ofensivo (pues decimos acertadamente que es inofensivo).
Me ocurrió algo curioso en una conversación con un conocido hablando de este tema. Él argumentaba que no había que poner límites a la libertad de expresión, que el humor tenía que ser libre. Entonces yo le pregunté (con cierta intención) qué le parecía que un grupo numeroso de personas se riera y ridiculizara a un sólo individuo más débil, por ejemplo por su condición física o algo parecido. Entonces él negaba con la cabeza: “Ese es un caso extremo, no debería permitirse, eso ya es otra cosa”.
A lo que yo preguntaba de nuevo:" por qué, es sólo humor, las bromas son bromas. Es gracioso para los que las hacen y se ríen con él ¡si acaso la culpa es del que se ofende!" Él me contestó que no había tampoco que pasarse de la raya. A lo que yo le respondí: ¿entonces sí tiene límites?
Esta anécdota refleja que lo que él creía que era humor al empezar el debate, en realidad se refería a otra cosa. No a que fuera humor malo, sino que no fuera humor, pues éste debe estar acotado en ciertos términos social y moralmente delimitados. Por ejemplo, no gusta que el fuerte se ría del débil, o que una mayoría lo haga de una minoría, o que el sujeto no tenga capacidad de respuesta, o que el emisor no tenga empatía. No es una cuestión de humor en sí mismo, es una cuestión de humanidad.
El humor es (también) una relación de poder.
Otro argumento que se repite en este debate es que no hay que demonizar un chiste simplemente porque sea malo, o de mal gusto, porque aunque no sea bueno, es humor al fin y al cabo. A unos les hará gracia y a otros no. Pues bien, habría que preguntarse si lo que hay no es precisamente un combate por definirlo, y cuán de legítimos son los argumentos de los pujantes. Si se da esta batalla y la gana un argumento de peso, el perdedor debería poder aceptarlo con deportividad.
Los que esgrimen el término “ofendiditos” están, en mi opinión, situándose en una posición conservadora, incluso diría reaccionaria. Es una reacción a la pérdida de un poder, o miedo ante la previsión de un cambio en la correlación de fuerzas:
“La gente tiene la piel muy fina. Ya no se puede reír uno de nada ni de nadie ¡adónde vamos a parar! Cualquier tiempo pasado fue mejor...” etc.
Si pensamos que la tolerancia ha bajado, que ahora cualquiera se ofende por nada, tenemos que pensar, quizás, en que los ofendidos tienen ahora la fuerza o el poder de la réplica. Tal vez porque lo que antes se consideraba gracioso por los demás, realmente era una agresión hacia un colectivo más débil que nunca pudo defenderse. Estaba silenciado o subordinado. Cuando la defensa responde en la misma proporción que la agresión, el atacante pierde fuerza y pierde poder. Se cuestiona el mensaje.
Pongamos un ejemplo gráfico. Si yo voy por la calle y me burlo de alguien, y ese alguien se da la vuelta y me da un guantazo, podemos pensar que su respuesta es desproporcionada (que lo es), pero no le podemos culpar de que dé una respuesta.
Censura y crítica.
-“Había cenado bien y le dije a mi mujer: ‘ese bacalao es digno del mismo Jehová’” -“¡Blasfemo!”. [ La vida de Brian (1979)]
- Imagen "El blasfemo lapidado" Gérard Hoet y Abraham de Blois (1728). Dominio público>.
Llegados a este punto debemos preguntarnos qué es lo que ocurre en el caso contrario. Qué pasa cuando la ofensa sí está justificada, cuando una crítica fuera en verdad legítima. Es una cuestión de justicia.
Podemos reírnos de tiranos porque, debido a sus acciones, han perdido nuestro respeto, y hay una reprobación moral en ello que lo hace justo. Pero no permitimos que los tiranos se rían de nosotros porque en ese caso se convierte en un abuso.
Los que en su respuesta quieren acallar cualquier crítica razonable, utilizando la reprobación hacia aquellos que les increpan lícitamente, y que pueden pero no saben dar respuesta, se enmarcan también en el mismo grupo reaccionario.
La defensa no puede ser “dar un guantazo”, aunque nos parezca justificable, se debe basar en la deslegitimación del emisor. Si por el contrario la defensa gana la suficiente fuerza para imponerse sobre el otro o acallarlo por el propio poder pero no por la crítica de su discurso, entonces hablaríamos de censura. No confundamos la legítima defensa con con la persecución moral y judicial del Poder con mayúsculas sobre la disidencia, y con la aniquilación de la sátira.
Fair enough: el humor es batalla.
Hasta en las guerras hay leyes. En las contiendas dialécticas también hay acuerdos tácitos y fair play. Se juega conforme a reglas no escritas, pero entendidas y aceptadas. La legitimidad, nuevamente, en el propio sentido de la palabra hace alusión a la justicia. Los que se saltan las leyes no tienen el beneplácito de la audiencia, sólo la de sus seguidores.
Cuando hay percepción de que se está haciendo una crítica razonable o un ataque pertinente (esto es, lo que comporta un equilibrio justo, que es entendido por todas las partes de este juego dialéctico) hasta el interpelado otorga veracidad a la ofensa y acepta la pequeña derrota.
Los franceses dirían touché (tocado, como en el arte de la esgrima) y los ingleses dirían fair enough (es justo), para hacer ver que entiendes su punto de vista.
En resumen, conceden. Algunos lo llaman reírse de uno mismo, o tener sentido del humor. Pero no es más que aceptar que, una vez dentro del campo de juego, el contrario o los contrarios, juegan mejor que tú, pero juegan con deportividad y hay un tipo de entendimiento y reconocimiento de las partes. Estas leyes que establecen lo que es justo son, por el significado de la propia palabra: límites.
La ventana de Overton. El humor es contexto.
La ventana de Overton es un término que hace alusión a una teoría política que argumenta que la viabilidad para imponer una idea sobre la sociedad está determinada por las tendencias presentes en cada momento. De esta forma, según el termómetro del público en un momento dado, la ventana se puede ir abriendo o cerrando para dejar pasar ideas que antes no eran aceptables, o por el contrario bloquear las que se ven impensables en el tiempo presente.
Esto no significa que haya que estar encorsetado en la corrección política, sino que los límites son cambiantes y dependen de un contexto en lugar y en tiempo. Cuando se habla de la fórmula tan repetida: tragedia más tiempo es igual a humor, es precisamente en alusión a la asimilación de un discurso cuyos límites han sido redefinidos por la percepción de unos hechos.
Cada mensaje necesita una audiencia y un contexto. Cuando el mensaje es privado, la burla, la malicia y la aberración no tienen límites, siempre que pasen inadvertidas para el tercero o para una cuarta audiencia. De lo contrario se pueden convertir en agresión y está sujeta a reacción. Hay gente que hace chistes privados en ámbitos públicos y se queja de que no sean bien recibidos. Y gente que hace chistes malintencionados y se queja de que los demás lo rechacen. Tal vez esto sea no tener sentido del humor, bien por torpeza o por intencionalidad.
El humor es Arte.
Esto nos lleva a hablar sobre una cuestión clave que muchas veces pasa inadvertida alrededor de este debate, y es que el humor tiene límites per se porque es, precisamente, un Arte. Y como todo arte tiene y debe tenerlos.
Es precisamente en la pericia y destreza del artista acotando estos márgenes donde está la gracia, si no ¡cualquiera lo haría! Debe saber rebasarlos cuando y donde pueda, saber sortearlos cuando deba. Saber decir algo sin explicitarlo, saber ser explícito cuando sea preciso. En definitiva, tener talento.
El problema de base del relato sobre el que gira esta discusión, es que los que la promulgan suelen carecer de este talento, lo cual es el ingrediente indispensable para que el humor se entienda, surta efecto y funcione como tal.
El límite del humor (A modo de conclusión).
Debatir sobre los límites del humor no es preciso porque el humor contiene un límite en sí mismo. Fuera de éste se convierte en otra cosa. Este límite no lo marca sólo el individuo, sino que está sujeto a los vaivenes culturales, los cuales hay que saber descifrar.
Lo importante es conocer ese delicado equilibrio entre los márgenes legítimos que marca la sociedad y el individuo en cada momento, en el contexto, en el grado de ofensa y su respuesta, en la relación de poder, la capacidad de réplica y el talento. Y sobretodo, y más importante, en el grado de humanidad. Quienes saben manejar esto, y siempre están en la vanguardia, son artistas. Artistas finos o mundanos, anónimos o célebres, hay verdaderos maestros cotidianos del humor.
Por favor, no dejemos que los que no tienen talento se erijan sobre ellos para tapar sus vergüenzas, y nos impongan estos falsos debates para desviar la atención de lo verdaderamente importante: el trato humano genuino, y la construcción ingeniosa de diálogos que nos permitan evadirnos de la seria realidad con cierto grado de empatía por los demás.
Comentarios
El humor no tiene límites. Podemos hacer humor de cualquier cosa. He oído chistes sobre el Holocausto, sobre la violación sexual, y sobre toda clase de desgracias. En las comedias vemos a los personajes pasando por experiencias que en la vida real serían terribles pero que en la ficción resultan risibles. Otra cosa distinta es que haya gente que quiera imponer una limitación a la expresión pública del humor en la sociedad. Desde luego, no hay que confundir el humor, que es un género de ficción, con el hecho de lanzarle un insulto burlesco a una persona con la intención de herirla en la vida real.
#1 ¿Cómo se hace esa distinción, para no confundirnos? Ojo, que yo no lo tengo claro. Tengo claro que empujado a un extremo, prefiero el roast universal. Pero no lo veo claro. ¿Te importa?
#4 Muy fácil. Es cuestión de CONTEXTO. El contexto es lo que modela no solo el humor, sino prácticamente cualquier aspecto cotidiano (normas sociales, vestuarios, formas de comportarse, saber qué decir según con quién estés...).
Si el humor se utiliza para atacar a alguien en particular, deja de ser humor para ser una ofensa. Y la ofensa, aunque respetable, es totalmente criticable y cada uno ha de asumir sus consecuencias. Si quieres ofender, adelante, pero asume las consecuencias.
Lo que no tiene tampoco sentido es el victimismo generalizado que se ve en algunas redes sociales como Twitter. Donde mucha gente que ve un chiste sobre un tema en particular, como puede ser un atentado islamista, se rasga las vestiduras porque "hay gente que ha sufrido por ello". Sin embargo ven un chiste sobre Carrero Blanco y su carrera espacial y se deshuevan vivos.
Ese afán de muchos de querer llevarse a lo personal comentarios que se hacen en general es lo que lleva al término de "ofendiditos". Y no el pobre chaval que ha sufrido abusos directos por parte de algunos impresentables y se queja de ello como nos quiere hacer entender #0
#31 Pues muchas gracias, compañero. Aunque el contexto sigue siendo algo relativo, no unívoco. Por lo que sigo sin ver esa distinción clara para evitar confusiones.
#33 Claro, he ahí la gracia. El contexto siempre es relativo (por definición, vaya). Es por eso por lo que la univocidad que tú buscas no existe.
Por eso en mi opinión es el sentido común de cada uno de nosotros en cada una de las situaciones en las que nos encontremos la que ha de definir qué se puede decir y a quién en cada momento.
Siempre habrá lugar a confusiones si el contexto no es leído de la manera adecuada.
Un saludo!
#34 Pero entonces en el contexto es donde está el límite del humor, y por tanto, saber en qué momento y lugar se puede utilizar es el arte.
#35 Totalmente de acuerdo. El único límite del humor es el contexto.
No voy a ir al funeral de alguien que ha muerto de leucemia a hacer chistes de cáncer. Lo cual no quita que esos chistes no sean válidos en otro tipo de contextos diferentes.
#1 interesante tu comentario.
En mi opinión, hablar de lo ilimitado del humor es como hablar de lo ilimitado que es un lienzo en blanco en la pintura.
En efecto, se puede pintar y expresar absolutamente cualquier cosa, pero lo que acaba comunicando es a lo que damos valor.
Y acabamos por definirlo como "pintura" o como otra cosa. Creo que es un ejercicio de comunicación que tiene que ser ampliamente reconocido.
#1 Es decir, que aparte del humor, hay que tener en cuenta el contexto en el que se hace, el medio y el receptor.
Según la doctrina jurisprudencial establecida por la audiencia nacional el límite está en los 20 metros del edificio de los jesuitas.
Ironizar, bromear, satirizar... ¿No es lo mismo?.
El término Humor en origen es líquido, fluido... se adapta a lo que lo contiene.
También están las bromas y sus distintos calibres.
Meneo por el currazo y lo docto, #0. Con respecto a los límites del humor, me pregunto por qué no se habla de los límites del drama. Me parece igual de absurdo. No se habla de limitar el drama sobre la esclavitud racial pero sí sobre el humor en cuanto a esclavitud racial. Supongo que porque no existe el "llorar de ellos" pero sí "reírse de ellos". Es curioso que reírse sea reflexivo, pero no exista llorarse o dramearse.
Recelo mucho no obstante de eso de humor de arriba hacia abajo, abajo p'arriba, en diagonal y tirabuzón y mate sobre la bocina.
Es curioso también que haya gente que diga "Yo no me reí con este chiste, ergo me molesta", pero no "Yo no lloré con ese drama, ergo me molesta".
¿Tendríamos gente indignada en Twitter porque ellos no lloraron con la madre de Bambi exigiendo rectificación a Disney?
#9 gracias!
Jeje, me ha hecho gracia el símil con el drama. Supongo que en ambos casos se trata de identificar la autenticidad. Cuando la expresión del llanto o la risa es genuina le damos más valor personal. A lo mejor hay sesgos culturales que nos impiden trivializar el drama como lo hacemos con el humor. Hay un cierto pudor en indignarse por ello. Pero a mí ne ofende, cuánto daño ha hecho Bambi!
«El humor no tiene límites, lo tienen que tener las personas que practican el humor.»Yo podré decir ni puta gracia
Buena reflexión, me ha parecido muy interesante.
#3 me alegro, gracias por tu comentario.
En resumen
Este límite no lo marca sólo el individuo, sino que está sujeto a los vaivenes culturales, los cuales hay que saber descifrar.
Eso es INVIABLE, porque hoy día, con lo que en su momento nos vendieron como "las autopistas de la información" no depende de los vaivenes culturales. SIEMPRE va a haber alguien que se ofenda, y parece que estar ofendido hoy día es un altavoz en internet. Todos los días leo gente ofendida por cosas tan tan taaaaan rebuscadas que me hace dudar seriamente de su salud mental.
#6 Súmale el que en internet tus palabras se queden ahí "para siempre" y acabas con el contexto temporal o cultural de cualquier chiste, sin contar que será más fácil sacar de contexto hasta lo más obvio
#15 Por ejemplo Julius Streicher fue declarado culpable de crímenes contra la humanidad en los juicios de Nuremberg https://es.wikipedia.org/wiki/Julius_Streicher fue quien alentó el antisemitismo en la Alemania nazi y, gracias a sus ideas, se llevaron por delante a seis millones de judíos, aunque no mató a ninguno con sus manos.
Otro ejemplo sería aquel que es condenado por decir "¡ETA mátalos!" y hacer apología del terrorismo o los imanes que llaman a luchar contra el infiel matando al mayor número posible de estos...
#16 "gracias a sus ideas, se llevaron por delante a seis millones de judíos,"
Las ideas no se llevan por delante a nadie: se las llevan los asesinos.
#18 Por eso es necesario limitar la expresión de ese tipo de ideas favorables a la comisión de delitos. No se puede hacer apología de, digamos, los atentados terroristas. Es fácil deducir que alguien se animará a llevarlos a la práctica si nadie deslegitima el mensaje.
#19 "es necesario limitar la expresión de ese tipo de ideas favorables a la comisión de delitos. (...)No se puede hacer apología de, digamos, los atentados terroristas."
Sí se puede, y de hecho se hace constantemente. Por ejemplo defendiendo la lucha armada de los maquis contra la dictadura franquista, la defensa de la resistencia francesa contra el gobierno de Vichy, o defendiendo simplemente la revolución comunista, o la Revolución Francesa. Y eso hablando de "matar". ¿Acaso habría que castigar al que, por parecerle excesivos los impuestos actuales, justifique esconder dinero en Suiza y que si él pudiera, lo haría?
Hay que diferenciar entre expresar ideas y aplicarlas. El pasado está lleno de personas que fueron encarceladas porque sus ideas parecieron peligrosas para la sociedad, y hoy son lugar común en cualquier pensamiento mínimamente moderno: por ejemplo defender las relaciones homosexuales en otro tiempo parecía peor que defender apalizar a tu mujer...
#21 Imagina que tienes hijos (quizás los tengas, yo sí). Imagina que un día ves una manifestación por la calle de un numeroso grupo de personas que dicen: ‘viva la pederastia’ y proclamas ofensivas de todo tipo a favor del abuso sexual infantil.. Algo se te revolvería en tu interior, ¿verdad? Tendrías el impulso de mandar callar a esa gentuza, ¿verdad? Y quizás algo más que mandarles callar. Es humano. Es normal. No se debe hacer apología de delitos, es denigrar de nuevo a las víctimas.
#24 No quiero que alguien prohíba todo lo que él supone que no me gusta oír. Prefiero decidir por mí mismo lo que no me gusta... oyéndolo.
#26 Es que no se trata ni de ti ni de mi. Se trata de en qué tipo de sociedad queremos vivir. En una donde se respete la dignidad de las personas más desfavorecidas, amenazadas o frágiles, o en otra en la que los más fuertes imponen sus ideas y expresiones sobre el resto. Y precisamente por eso, una sociedad equitativa y justa, en la que todas las personas se sientan seguras, protegidas y amparadas ha de limitar que se pueda amenazar, coartar, o limitar la libertad y la integridad moral de cualquier persona mediante expresiones que supongan una amenaza real, directa y probable a sus libertades, derechos y dignidad. Por eso defiendo la libertad de expresión, pero con esos límites.
#27 Con la excusa de "por el bien de la sociedad y de los más débiles" se ha coartado la libertad de expresión (y todas las libertades) siempre, y siempre ha habido personas convencidas de que hacían el bien con ello. Todas las ideas que han estado prohibidas (y su defensa) se han considerado siempre que eran, como tú dices, malas para la sociedad y dañinas con los mas débiles: el divorcio, la defensa de la democracia, la república, la igualdad de todos, la liberación de los esclavos, la pornografía, los medios anticonceptivos, el comunismo, el ateísmo, el consumo de drogas, y como no, la libertad de expresión. Todo tenía que tener límites: enseñar un tobillo, bien, filmar y proyectar un polvo destruía la familia... ¡prohibido! Si en las sociedades musulmanas la infidelidad está prohibida por ley y no se puede defender lo contrario no es porque la gente lo considera una tontería de Alá que hay que cumplir, sino porque consideran que es malo para la sociedad, que la destruye, y por eso no le gusta a Alá y hay que prohibir defenderla.
No te creas que la gente, en nuestro pasado, estaba en contra de que se pudiera defender todo esto por maldad, todo lo contrario, lo hacían pensando en el bien de todos. Como tú, pero ya ves que estaban equivocados: pensaban que el divorcio no llegaría porque destruía la familia y se llegó a no permitir su defensa, pero pensaban que pegar a la mujer era bueno para mantener la familia unida, muy bueno para la sociedad, y no había problema en defenderlo.
Necesitamos la libertad de expresión total para no equivocarnos prohibiendo ideas como en el pasado, y la mejor manera de saber si estamos equivocados o no con cualquier idea es expresarla y debatirla. Y para eso necesitamos libertad de expresar cualquier idea y que alguien la pueda defender. No podemos ser tan soberbios como para creer, como en el pasado, que solo vamos a prohibir ideas "malas". Y digo "vamos" porque imagino que en el proceso de prohibir expresar ideas me imagino que piensas que tú y yo vamos a participar diciendo cuáles son las "malas". Pero eso no va a ser así: se te impondrán cuáles desde arriba y punto. Y a partir de ese momento ya no podrás ni debatir sobre ninguna de ellas.
Solo hay una defensa posible contra eso: exigir que no se pueda prohibir la expresión ninguna idea. Sí, tendremos que rebatir las que consideremos malas, pero así nos aseguramos de poder presentar siempre la que creemos buenas, o corremos el riesgo de que un día nos callen a nosotros.
Un ejemplo: en Austria desde hace poco ya no se puede defender que desaparezca el estado de Israel y que toda esa zona sea solo un estado palestino (yo no estoy de acuerdo, pero me parece una idea defendible). Ahora eso en Austria se considera delito de "odio" contra los judíos (incluso han hecho desaparecer organizaciones que lo defendían), y como el "odio" es malo para la sociedad y esto es "odio", se acabó el tema. Puedes defender la desaparición de Suiza, pero la de este otro no. Bienvenido a la moderna censura "anti-odio" de ideas, siempre por el bien de la sociedad, claro...
#29 Todo eso está muy bien, y lo digo sin ironía. Ojalá funcionásemos así, todos los seres humanos con las mismas intenciones de debatir sosegadamente y las mismas oportunidades de oír y de hacernos oír. Pero no es así.
Además, la sociedad evoluciona y como bien dices, lo que hoy se considera una cosa lógica y razonable, antaño no lo era por cuestiones más vinculadas a las religiones y al poder absoluto que se ejercía por gobernantes más bien poco democráticos. Y a medida que la sociedad avanza, se hace más visible que quizás sí que había que haber prohibido ciertas ideas en el pasado: el racismo, la esclavitud, la xenofobia, la pederastia, la violencia doméstica, el latrocinio de los poderosos... Cosas que hoy nos parecen horribles, por denigrantes, antes se podían ejercer y promover.
Solamente un ejemplo: imagina que quienes vivís en tu ciudad os convertís en el blanco de las iras de un grupo numeroso de personas de una ciudad vecina, y que ya ha habido 30 asesinatos de vecinos tuyos. En la localidad vecina se convoca una manifestación para seguir animando al exterminio de todos quienes vivís en tu ciudad. ¿Te parece bien su libertad de expresión? ¿Defenderías con tu vida su derecho a expresar su opinión aunque no la compartas? Esto no es una cuestión de educación, ni de valores, ni de debatir con quienes discrepas. Es una cuestión que está por encima de todo ello, se trata de ética.
Pienso que no debemos permitir expresiones que atenten contra los principios éticos que toda la humanidad compartimos: derecho a la libertad, derecho a la vida, a la dignidad y poco más. El resto por supuesto que es debatible, cuestionable... Pero hay límites, y no se trata de modernidades ni de auto-censuras. Se trata de preservar la dignidad humana, que nadie se sienta denigrado o amenazado por expresiones de otra persona.
Entiendo que al no responderme al ejemplo de la manifestación pro-pederastia estás de acuerdo en que habría que callar a esa gentuza, porque me costaría creer que, con un niño pequeño de la mano, te quedaras (nos quedáramos) impasible delante de gentuza que gritase estar a favor del abuso infantil. ¿Te conformarías con alejarte? ¿Estarías dispuesto a debatir con esos seres? ¿No te parece que tu (hipotético quizás) hijo merece que se le defienda en su dignidad impidiendo que otros expresen en tu cara que lo consideren un objeto para su disfrute?
Lo mismo que si alguien expresa soezmente su opinión sobre ti y ésta no te gusta... ¿debatirías sosegadamente o le pedirías que dejara de hablar en esos términos? ¿Limitarías su libertad de expresión? Porque puedes definirlo como un insulto, pero sí, sigue siendo libertad de expresión.
En fin, valoro el intercambio de opiniones y te agradezco el tono, sé que no vamos a llegar a un acuerdo pero aún así me ha gustado conocer otros puntos de vista.
#30 He contestado lo de la pederastia: no prohibiría esa manifestación si no es parte de un plan real para cometer actos de pederastia. El ejemplo de mis vecinos, lo mismo: si no hay detrás un plan para matarnos, que digan lo que quieran, pero si ha habido 30 asesinatos, eso parece otra cosa, como otra cosa eran los acosos en el País Vasco: parte de un plan para callar, expulsar y matar gente. Eso hay que perseguirlo. De todas formas la manifestación me vendría muy bien para valorar las decisiones a tomar: si mucha gente te odia, mejor que lo diga públicamente y te enteras.
Tu ejemplo de la manifestación de la pederastia también me viene muy bien para comentar otra de las grandes virtudes de la total libertad de expresión: la gente se retrata. Nada mejor que permitir el partido nazi para saber quién es nazi. Nada mejor que permitir hablar en favor de la pederastia para saber quién es pederasta y tenerlo identificado y con un ojo encima por si pasa de las palabras a los hechos...
Como menciona el articulo. No se trata de limites, fronteras o tabús, sino de contexto, intención, arte, etc
Lo que en una situación puede ser algo jocoso y celebrable, en otra un ataque, o una simple hijoputez.
Eso de decir: "esto bueno, esto malo" es una sobre-simplificación propia de niños chicos...
#23 "En Euskadi lo hemos vivido así."
Si hay relación entre las amenazas y los asesinatos (y obviamente la había), entonces las amenazas no son expresión, sino parte de un plan para asesinar gente, callarla u obligarla a irse. Esas personas deben ser condenadas como terroristas por ello.
Es como si yo tengo apuntadas una relación de todos los movimientos de la seguridad de un banco, dónde está la caja, y datos de ese tipo, no estoy expresando una opinión sobre el banco en papel, estoy trazando un plan. Eso no es libertad de expresión.
La libertad de expresión no debería tener límites. Es así de simple. Y es cuestión de que la gente se acostumbre. Si decir "una burrada" no tiene consecuencias, decir "una burrada" deja de tener interés. Quien conociera los viejos newsgroups sin moderadores del Usenet de los 90's lo sabrá: solo los burros hacían caso a los de las burradas. Es como la mujer en bikini: al principio había gente que se volvía loca, burracos a favor, apocalípticos en contra. Hoy tiene que estar muy buena para que alguien se moleste en echarle una mirada: algún viejo verde y poco más. Ya no hay ni rastro de debate. Es cuestión de acostumbrarse.
#10 La libertad de expresión sí debe tener límites, si yo digo que hay que violar a todas las mujeres, matar a los negros, sodomizar a los judíos o fusilar a 26 millones de hijos de puta, esta "libertad" atenta contra los derechos REALES de los demás, son apologías de la discriminación, esto lo recoge, por ejemplo, el último artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es el clásico de no gritar ¡fuego! en un teatro abarrotado, atentas contra el derecho a la vida de los espectadores al provocar una avalancha.
Fuera de estos casos, pues si, no debería tener límites, si a un mahometano le ofende que me coma un bocata de chorizo ¡que se joda! así de claro, yo no le estoy obligando a comerlo y él, sin embargo, me está obligando a renunciar a ese manjar, y si a un cristiano le ofende que haga chistes de Jesús, pues lo mismo.
#13 "si yo digo que hay que violar a todas las mujeres, matar a los negros, sodomizar a los judíos o fusilar a 26 millones de hijos de puta, esta "libertad" atenta contra los derechos REALES de los demás (...) es el clásico de no gritar ¡fuego!"
Si alguien dice eso que tú dices no hace daño personalmente a nadie ni a ninguna propiedad, ni pública ni de nadie. Si gritas fuego y salen personas heridas sí. Ese es el baremo: el daño físico a personas o bienes.
#15 Esas expresiones sí que hacen daño, si eres mujer y se acepta que haya gente afirmando que hay que violar a todas las mujeres, te sentirás atemorizada. Si no eres abertzale en Euskadi y se acepta el mensaje de que hay que matar a todos los españoles, es normal que estés acojonado. Por eso hay que limitar este tipo de expresiones, porque afectan a la integridad moral y a la tranquilidad y estabilidad emocional de otros seres humanos.
#20 No podemos prohibir decir cualquier cosa que provoque sentimientos incómodos a alguien: eso no tiene límite porque cualquiera puede decir sentirse incomodado hasta por una simple mirada. Lo que sí podemos es prohibir los planes (que eso sí son actos) o las acciones para provocar daño a las personas. No sentimientos, sino daño.
#22 Hacer apología de asesinatos que están ocurriendo es ejercer un daño psicológico muy importante en potenciales víctimas. No se trata de asesinatos potenciales, sino de asesinatos que están sucediendo. Sabemos que hay seres humanos que mueren asesinados por grupos terroristas concretos, pues bien, hacer apología de esos asesinatos es una cosa muy seria porque el riesgo de morir es real. No se trata de un mal imaginario, sino de hechos reales y también probables. En Euskadi lo hemos vivido así, una mirada amenazante de ciertas personas podía hacerte sentir en riesgo de muerte real. Porque estaba pasando. Y eso tiene consecuencias psicológicas serias, es daño real.