Entre EEUU y China, me quedo con Europa

Los españoles tenemos una asombrosa capacidad para criticarnos a nosotros mismos. Normalmente pienso que es una capacidad muy positiva, aunque a veces se nos va un poco de las manos.

Esta es una de esas veces.

China y EEUU se encuentran en plena guerra comercial, peleando por el primer puesto mundial como foco del progreso tecnológico y del poderío económico y, como ciudadano de a pie, no podría importarme menos.

Sí, es verdad que Europa se ha quedado rezagada a nivel tecnológico, que hace mucho que las verdaderas innovaciones, esas que cambian nuestra forma de vivir cada pocos años, ya no se forjan en el viejo continente, pero tampoco es que eso signifique gran cosa.

Porque sí, es verdad que la tecnología atrae dinero y talento, pero... ¿para quien? ¿Y a costa de qué? Porque no puedo evitar pensar que este liderazgo China y USA lo consiguen a base de fuerza bruta, con paladas de carne de cañón que no reciben nada más que las migajas de toda esa supuesta riqueza y cuyo único beneficio es el de un orgullo nacionalista vacío de conseguir con el sudor de su frente que su país se convierta en la primera potencia mundial.

En EEUU, por ejemplo, los trabajadores no tienen derecho a nivel federal de vacaciones pagadas, y en muchas empresas está mal visto que los trabajadores las consuman todas. Tampoco tienen garantizada la baja pagada por enfermedad y las empresas no tienen que justificar el despido, además de ser este completamente gratuito.

Por su parte, en China existe en muchas empresas el llamado sistema 996: trabajar de 9 AM a 9 PM, 6 días a la semana. Las vacaciones se van incrementando con la antigüedad, siendo lo normal tener derecho a tan solo 5 días hasta los 10 años de antigüedad y tampoco está bien visto gastarlos todos. Aunque en teoría existe el derecho a la baja pagada por enfermedad, el porcentaje de sueldo percibido depende de la antigüedad y es muy habitual que las empresas no lo respeten.

Así que, llamadme loco, pero yo no cambio mis derechos laborales por un orgullo vacuo que no me aporta nada.