
Eso se debe a una técnica de ventas muy común llamada “anclaje”.
Básicamente, consiste en ponerte un producto ridículamente caro justo al lado del que realmente quieren venderte. La idea es que, por comparación, el segundo parezca una ganga, aunque su precio sea totalmente normal.
Básicamente, tu cerebro necesita una referencia para saber si algo es caro o barato. Entonces, si te ponen delante un precio alto primero (el "ancla"), todo lo que venga después parecerá más barato.
Por ponerte un ejemplo, vas a una tienda a ver televisores y te encuentras esto:
Y a continuación:
El de 599 € de repente te parece baratísimo. Pero si no hubieras visto el de 3.000 € antes, probablemente te parecería caro.
Muchas veces, ese producto carísimo ni siquiera lo quieren vender. Está ahí solo para que compres el “barato”.
Y ahora me dirás, "pero Fernando_x, esa técnica de venta es viejísima, claro que la conocía, yo no caigo en esos trucos" "voy a votarte irrelevante"
Estoy seguro de que no conocías esta otra variante.
En este otro caso el vendedor es un periodista que te quiere hacer creer un bulo. La noticia es tan falsa, que no te la vas a creer sin pruebas. Así que coloca junta a esta, otra noticia que es un bulo tan burdo e increíble, que en comparación la noticia original ahora empieza a parecer más creíble.
¿sabías que esto existía? Mira este ejemplo:
Tienes la noticia de que Pedro Sánchez se beneficiaba económicamente del negocio de burdeles de su suegro. Es claramente un bulo, ¿no es verdad? ¿No? ¿Seguro? Y si ahora pongo a su lado la "noticia" de que "Begoña Gómez es un transexual, un maromo con una tranca más grande que su marido" ¿queeeee?
Esta "noticia" es taaaaan burda que en comparación la primera empieza a ser más creíble.
Y la gente cae en este engaño. Lo tienes a diario en redes sociales. Viralizar a diario barbaridades absurdas que luego en comparación cuando sueltan la más moderada, que es la que realmente te quieren vender, en comparación parece creíble. Incluso para los que se creen tan listos que nunca caerían en la trampa del vendedor de televisiones.
Me parece que hemos visto una película diferente, amigos. En la que yo vi, la gente que decidió mirar arriba tampoco se salvó. A lo mejor murieron con la conciencia más tranquila, o dedicaron su último aliento a señalar a los demás gritando "os lo dije", pero ese conocimieto previo no les sirvió de nada, en la práctica.
Me refieron con esto a que cada vez que digo que da igual creer en el cambio climático o no me llaman negacionista. Y es al recibir esas respuestas cuando me doy cuenta de que la gente ha entrado en pánico, en negación o yo qué sé qué fenómeno psicológico abyecto que les obnibila la razón.
Claro que no soy negacionista. Claro que creo en el cambio climático y en su origen antropogénico. Pero no le veo utilidad alguna a creer o no creer. Y menos aún a combatir el negacionismo. El problema no son los cuatro nabos silvestres que no creen, sino todos los que saben lo que pasa y no están dispuestos a hacer nada a nivel global, o han llegado ya a al conclusión de que no hay nada que realmente se pueda hacer, porque no existen mecanismos para implementar decisiones a nivel global.
Toda Europa, en conjunto, puede volver mañana la Edad Media, sin un sólo coche ni una sola industria, y con nuestros 400 millones de habitantes no evitaríamos nada. El año que viene sería más cálido, y el siguiente más, y en unas décadas nos achicharraríamos igual que el resto. Aparte de reírse de nosotros a mandíbula batiente, ¿qué harían en India, China, EEUU, Rusia, Brasil, Nigeria, Indonesia, etc? ¿Volver también a la Edad Media o tirar para adelante?
Seguro que no faltarían lumbreras que afirmasen que, por justicia, ellos tenían derecho al desarrollo que nosotros disfrutamos, y que ahora era su turno de contaminar lo que los demás habíamos contaminado antes. Precioso todo. Y patada adelante, hacia el desastre.
Y si no podemos hacer nada 400 millones de lo más ricos del planeta, aunque nos coordinásemos, ¿de qué pueden servir los gestos locales o personales, más allá del acto religioso de la contrición y la penitencia?
Estamos ante un evento como las grandes sequías que acabaron con algunas grandes civilizaciones. Se cansaron de rezar, de ofrecer sacrificios a sus dioses, y construir templos. Para nada, por supuesto.
Por diversos motivos, no hay nadie a los mandos del avión. No se puede enderezar el rumbo. Nos la pegaremos o no, según dicte la casualidad, o la causalidad de factores que no controlamos, pero pensar que tenemos el control de lo que ocurra es una muestra de infantilismo voluntarista que puede ayudar a calmar la ansiedad, pero no a paliar el problema.
Si el clima empeora lo suficiente, sólo pequeñas zonas del planeta serán habitables. La población tratará de trasladarse a ellas con todas sus energías, y el que lo consiga, por la fuerza, sobrevivirá. Y el que no lo consiga, perecerá. Cuando mueran de calor los primeros cien millones, los siguientes quinientos millones empezarán a moverse, y dependiendo de cómo les vaya a esos, lo intentarán mil millones más.
Esos desplazamientos, como es lógico, provocarán graves crisis y enfrentamientos. De cómo se gestionen esos eventos dependerá que la Humanidad quede reducida a tres mil millones o a quinientos. De eso sí vale la pena hablar, pero no veo a nadie muy por la labor, quizás porque habría que enfrentarse a realidades que sí se pueden manejar en vez de chamanismo políticos de última generación, que es lo que estamos haciendo.
Seguro que ya lo sabéis pero, por si acaso, un titular "clickbait" es aquel que se redacta de una forma sensacionalista (un ejemplo podría ser "Íker Jiménez se despide de su programa") o que reserva alguna información importante para incitar a que entres a la noticia para saber qué ha pasado (un ejemplo podría ser "Cayetano Rivera con un ojo morado por esto"). El lector puede elegir entrar a la noticia o buscar otra fuente con un titular más informativo. Muchas veces es mejor elegir lo segundo, que muchos "clickbaits" llevan a noticias sin interés y te quedas con "cara de tonto" tras darte cuenta de haber caído en la trampa.
En el primer párrafo he hecho un poco de "espoiler", que el artículo me ha venido tras ver lo que ha pasado con una noticia de "El televisero" eltelevisero.huffingtonpost.es/2025/07/mediaset-anuncia-despedida-inmi la cual parece que han borrado tras la metedura de pata. La noticia se titulaba "Mediaset anuncia la despedida inminente de Iker Jiménez y la retirada de 'Horizonte' de su programación" con la idea de atraer las visitas y aunque trataba sobre el descanso veraniego del programa su titular fácilmente podía dar a entender que Mediaset había despedido al presentador, algo que por otro lado sería bueno para reducir la difusión de bulos y demás desinformación, habitual en el programa. El presentador no debió leer más allá del titular y se quejó, lo que llevó a sus seguidores (que no son precisamente moderados y tampoco muy de leer) a armar un buen follón a "El Televisero", medio que se vio obligado a realizar matizaciones y rectificaciones para avisar que la noticia iba sobre las vacaciones del programa.
"El Televisero" ha echado la culpa del follón a la polarización política y realizando una mínima autocrítica al decir que el titular puede que no fuera el más indicado pero ha obviado que ese tipo de titulares sensacionalistas son habituales en su sitio web y que si esta vez ha habido polémica ha sido por el oscuro personaje al que hacían referencia, el cual puede difundir la trola que sea pero poca broma si los demás exageran algo sobre él. El sitio de información televisiva del Huffington Post debería reconsiderar su estrategia de titulares "clickbait" si no quiere volver a tener otro encontronazo con alguna otra persona con poco sentido del humor que no pase del titular. Para ayudar, les aconsejaría no hacer titulares así con las vacaciones de Nacho Abad o Antonio Naranjo, por dar unos pocos nombres.
La noticia que explica lo que ha pasado eltelevisero.huffingtonpost.es/2025/07/no-iker-jimenez-es-falso-que-el
El sentido es la relación ordenada, intencional y finalista que una cosa guarda con respecto a un fin, un valor o un propósito que la justifica y la hace comprensible
Dicho de otro modo, algo tiene sentido cuando:
1. Tiene un propósito o finalidad: está orientado hacia un fin.
2. Tiene una razón de ser: no está ahí por mera arbitrariedad.
3. Se puede comprender en un marco coherente: encaja dentro de una totalidad significativa.
4. Tiene un valor objetivo: no es intercambiable por cualquier otra cosa sin perder algo esencial.
Por ejemplo, si ves a alguien escribiendo números al azar en un papel, puedes pensar que es absurdo, hasta que descubres que está resolviendo una ecuación. Entonces tiene sentido.
El sentido no es simplemente una explicación, no se trata solo de cómo funcionan las cosas (eso lo explica la ciencia), sino de por qué están ahí, para qué, y qué valor tienen en un conjunto más amplio. Por eso el sentido está conectado con conceptos como: fin (telos), propósito, valor...
Cuando preguntamos si la vida tiene sentido, lo que realmente estamos preguntando es:
¿Hay un propósito para mi existencia?
¿Hay un valor objetivo en lo que soy o hago?
¿Estoy aquí por algo que no es meramente casual?
¿Mi vida está inscrita en una historia mayor que le da dirección?
La idea que vamos a defender es esta: El hecho de que todos los seres humanos, en algún momento, se pregunten por el sentido de la existencia, y experimenten un malestar real al pensar que todo podría carecer de él, es un indicio fuerte de que el sentido objetivo existe.
Nadie sufre por la ausencia de lo que nunca ha existido. Cuando decimos: “siento angustia porque la vida no tiene sentido”, estamos reconociendo que hay en nosotros una expectativa frustrada. Pero, ¿de dónde viene esa expectativa? ¿Por qué el sinsentido nos duele cuando lo pensamos? No solemos sufrir porque no podamos volar como un pájaro, ni porque no podamos respirar bajo el agua. ¿Por qué? Porque nunca hemos esperado eso. No forma parte de nuestro estructura esencial. Pero el sentido, sí.
El sufrimiento ante el sinsentido implica que el ser humano tiene en su interior una orientación hacia el sentido. Como si estuviese hecho para él.
Si el universo fuera realmente absurdo, no habría por qué esperar que tuviera sentido. Si de verdad fuéramos productos ciegos de un universo indiferente, hecho solo de partículas en movimiento sin dirección ni finalidad, entonces nunca deberíamos esperar sentido. No debería importarnos. No lo buscaríamos. Pero lo hacemos.
El hecho de que el sentido nos importe —y profundamente— es un dato empírico de la condición humana. Y eso es profundamente extraño si no existiera el sentido. De hecho, sería un accidente evolutivo muy costoso: ¿para qué desarrollar dolor por la ausencia de algo que nunca ha existido?
Si todo carece de sentido —no solo mi vida, sino la totalidad del universo— entonces ni siquiera podríamos pensar o decir que todo carece de sentido. Porque para identificar el sinsentido, debemos tener alguna noción de sentido. El sinsentido solo puede existir como contraposición a algo que podría tener sentido y que, por lo tanto, sirve de referencia.
No puede negarse una noción si no se presupone antes su existencia lógica. Decir “esto está oscuro” implica que sabemos qué es la luz; de lo contrario, no podríamos nombrar la oscuridad como ausencia de algo. Una criatura nacida en la oscuridad absoluta, sin órganos de visión, sin haber conocido jamás la luz, no puede tener la más mínima idea de “oscuridad”. No tiene el concepto ni la experiencia que le permitiría percibir esa condición como carencia. Lo mismo ocurre con el sentido: solo podemos experimentar su ausencia si alguna vez hemos tenido, vislumbrado o deseado su presencia. Pero si el universo, desde su raíz y hasta su fin, careciese absolutamente de sentido —si no existiese el sentido ni como realidad ni como posibilidad— entonces no tendríamos ningún marco de referencia con el cual formular la idea de que no hay sentido. Diríamos simplemente que las cosas ocurren y nada más. No sufriríamos, no preguntaríamos, no experimentaríamos la angustia existencial ni la necesidad de propósito. Viviríamos con indiferencia.
Pero los seres humanos no vivimos así. Incluso el más convencido ateo o nihilista se ve a veces atrapado por el vértigo del sinsentido, y en ese instante sufre por ello. Y ese sufrimiento revela algo profundo: que espera otra cosa. Espera sentido, aunque diga no creer en él. No se puede tener sed de lo que no existe. C.S. Lewis lo expresa así : “Las criaturas no nacen con deseos a menos que exista una satisfacción para esos deseos”. Tenemos hambre porque existe la comida; sed porque hay agua; deseo sexual porque existe la unión. Entonces, ¿por qué existe en nosotros ese deseo tan intenso de sentido, de justicia, de belleza, de verdad, si el universo fuera simplemente una maquinaria ciega de átomos sin propósito? ¿Por qué los humanos sentimos la necesidad de algo que, según el materialismo, no existe en absoluto?
Solo una criatura con una idea de sentido puede llegar a experimentar el sinsentido. Eso sugiere que la conciencia del sinsentido no es prueba de que el universo carezca de sentido, sino que es prueba de que hay en nosotros una orientación hacia el sentido, como si fuésemos hechos para él.
Ante esto, algunos ateos responden que el sentido lo fabrica cada uno. Que no existe un sentido objetivo, pero que cada persona le puede dar a su vida el significado que elija. Sin embargo, esta respuesta no resuelve el problema, porque ¿el sentido inventado es realmente sentido? Decir “la vida tiene el sentido que tú le des” es como decir: “El dinero tiene el valor que tú le quieras asignar, aunque no lo acepte nadie más.” Eso no es valor real, es ilusión de valor, porque si el universo es totalmente ciego, indiferente, sin propósito, ni mente detrás, entonces cualquier sentido que inventemos es tan real como el que inventa un loco. Es decir, ya no se trata de descubrir un propósito real, sino de fingirlo.
Por otro lado, si todo sentido es fabricado, ninguno es objetivamente mejor. Decir “yo prefiero salvar vidas y Hitler prefirió exterminarlas” es solo una diferencia de gustos.
Porque el sentido puramente subjetivo no es suficiente para justificar nuestra experiencia profunda del sentido como algo real. Yo puedo inventarme que mi vida tiene sentido como me invento una historia en un videojuego, pero en el fondo sé que eso es una ficción, y las ficciones no salvan. Si todo sentido es inventado, entonces también lo es mi moral, mi dignidad, mi amor, mi sufrimiento y hasta mi deseo de sentido. Y si todo es una ficción subjetiva, nada de eso importa en última instancia. Sin un sentido objetivo, el universo entero se convierte en un escenario sin guion, donde los actores improvisan sin dirección real. ¿Cómo entonces puede el hombre juzgar algo como “malo” o “injusto” en un mundo sin dirección? ¿De dónde proviene el impulso que nos hace clamar contra el dolor, contra la injusticia, contra la muerte?
Solo un ser trascendente, que no es de este mundo, y que espera que le busquemos, y solo un ser que fue creado para buscarle, pueden explicar la experiencia humana del sinsentido existencial. Solo si existe El Sentido (Dios), podemos anhelarlo.
menéame