Ojalá encuentren al chaval... Y si no, que quede el ejemplo

Por mucho que me suene raro el asunto, yo no me atrevo a desconfiar de nadie porque sí, a las bravas, y menos aún de una familia que está pasando por la terrible tragedia de haber perdido a un niño pequeño. Aún así, y ante la dificultad, mía más que otra cosa, de imaginar cómo se cuela tan hondo un niño por un agujero tan estrecho, me pregunto qué va a pasar como el niño no aparezca.

Ojalá lo encuentren, y lo encuentren vivo, porque cosas más difíciles han visto y se conocen casos de mayor tiempo sepultado, pero como el niño no llegue a aparecer, me temo que los efectos del fiasco van a prolongarse mucho tiempo, y muchos justos van a pagar por ese pecado.

En el lado positivo, aparezca el chaval o no aparezca, tenemos la increíble capacidad española de improvisar algo, hacerlo a lo grande, hacerlo enseguida y hacerlo bien. En poco más de cuatro días han descabezado el monte, han hecho descender más de veinte metros la cota de la entrada, han fabricado los tubos de ciento y pico metros para que accedan los equipos de rescate, han acondicionado los caminos para las máquinas pesadas y han plantado allí dos tuneladoras que se caga la perra. Sin estudios geológicos, sin proyectos ni hostias. Gente que sabe hacer su trabajo, que ha recibido carta blanca y que lo va a hacer, así le pese a dios o al diablo.

Ojalá encuentren al chaval, pero si no, sólo por ver lo que somos y lo que podemos hacer, ha valido igualmente la pena. 

Que nadie utilice este caso para sembrar desalientos.

Ha valido la pena.