La gente se hace estos días mil elucubraciones sobre cual será la actitud de Rusia en la guerra de ucrania, si aceprtará o no el alto el fuego, y si cumplirá o no después las condiciones estipuladas.
Se preguntan todos y nos preguntamos también si la paz puede ser duradera, si se atacará a terceros países y si nos podemos fiar de que el conflicto se acabe de una manera justa.
La cuestión, creo, es que el mundo entero nos ha tomado la medida con nuestra respuesta, la de Occidente, a las acciones israelíes en Oriente Medio. Y Putin, el primero.
Putin va a hacer exactamente lo mismo que hace Netanyahu. Y Rusia va a hacer en Ucrania lo mismo que hace Israel en Oriente medio. Bombardear a quien quiera, cuando le parezca, y ocupar el territorio que militarmente pueda permitirse sin que su población se cabree mucho con las bajas, y sin más consideraciones humanitarias, jurídicas, ni de leches en vinagre.
Ahora estamos debatiendo el alto al fuego. Bien, ¿qué haría Israel? ¿Aceptarlo y seguir metiendo pepinazos? ¿No aceptarlo hasta no tener sus tropas exactamente donde quiere? Eso es lo que hay que discutir. Es más: ni siquiera hace falta discutirlo. Basta con preguntarle a Netanyahu: oye, Bibi, ¿qué haría tú en este momento? Y ya casi tienes lo que va a hacer Putin.
Y luego, oye Bibi, ¿después de firmar la paz seguirías repartiendo misilazos por ahí? Y ya te dirá Bibi si durante un tiempo es mejor parar, si hay que seguir a diario, o qué.
Y a lo mejor en esta tesis, está la respuesta a la pregunta más importante: Oye Bibi, una vez conquistadas y anexionadas Gaza y Cisjordania y eliminada su población, ¿te lanzarías a una guerra para conquistar al resto del mundo árabe? Si dice que sí, mejor nos vamos armando para que los rusos no se nos metan en la cocina. Y si dice que no, que ni de coña se va a poner a invadir él Túnez, Argelia y Marruecos, podemos pensar, razonablemente, que Putin tampoco va a atacar Francia, España y Portugal.
Ahí tenemos el oráculo. El caso es saber aprovecharlo.