Según el manual del político del PP, si hay algo que define a un buen gestor público, es saber señalar con firmeza hacia cualquier parte menos hacia uno mismo. Ya ocurrió con el hundimiento del Prestige y los famosos “hilillos de plastilina” a los que se refirió Mariano Rajoy para tratar de explicar las toneladas de fuel que se vertieron del buque y que llegaron a las costas gallegas en un mar de chapapote. Mientras miles de voluntarios se dejaban la piel limpiando la contaminación, el Ejecutivo de Aznar parecía más preocupado por no mancharse