Alex Karp no dispara un fusil ni pilota un dron. No hace falta. Desde el despacho de su empresa, Palantir, convierte la guerra en un negocio redondo. Su software decide a quién seguir, a quién señalar y, al final, a quién enterrar. Cuando le preguntaron por Gaza, respondió con desprecio: “La mayoría son terroristas”. Palabras fáciles para quien nunca ha visto cómo una bomba arrasa un hospital o un colegio. Palantir vende tecnología, pero lo que compra el ejército israelí es impunidad: un algoritmo que legitima la masacre.