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El virus de la superficialidad

"Lo siento, pero no hay espacio." La enfermera pronuncia estas palabras limpiando su ceja sudorosa. Puede hacerlo porque no tiene máscara protectora. Todos se han ido. Hace mucho tiempo. Como los lugares en la UCI. El giro fue tan lento como el tiempo que tarda una arruga en escarbar en su cara. El giro del contagio fue tan rápido como una cabeza de flecha. De los que no sufren retrasos, sin embargo, y cuyos pasajeros no huyen para reunirse con su familia y sus raíces. Ni siquiera es el momento de alegrarse por haber roto las barreras. Las reglas se extienden a todo el país. La gente imprudente que nos gobierna ahora tiene caras de funeral. No hay más jarras de cerveza, auto-adhesivos, mesas, mensajes tranquilizadores, sonrisas. No hay más borradores que circulen de repente, no hay periodistas que los publiquen con antelación, no hay tontos con maletas en las manos. Doctor se acabó el tiempo de los viajes de esquí, los viajes de juegos a la bolera, los aperitivos, los helados y las fiestas. Los ungidores se infectan. Los infectados son ungidos. Las personas asintomáticas se vuelven contagiosas, pero no lo saben. Los síntomas más afortunados son aquellos que han tenido la fuerza para matarlo. El virus de la superficialidad ganó incluso antes que el virus real. El virus del individualismo postmoderno, el que ha elevado la libertad al derecho de la omnipotencia, nos ha invadido a todos. La casa, que una vez fue un semillero, un semillero de valores y un símbolo de la comunidad llamada familia, es ahora aterradora. No hay ningún hogar. No hay ninguna cama. No hay espacio. El sudor permanece, el de los médicos en la sala y las enfermeras obligadas a elegir la progresión de la muerte, obligadas a permanecer lejos de su casa, obligadas a arriesgarse conscientemente a ser las siguientes. Este es el más alto sentido de coraje. El sacrificio del deber. Lo mismo que requiere que seamos mensajeros vivos de la muerte. "Lo siento, pero no había espacio." Porque se ha perdido mucho tiempo, porque el ego ha obnubilado la mente y el corazón. Porque la comunicación ha fallado. Porque la política fracasó. Porque los periodistas hemos fracasado. Ganó la superficialidad, ganó la ignorancia, ganó la inconsciencia. Ahora sólo esperamos haber perdido una batalla y no una guerra. Porque si no, no habrá lugar para el arrepentimiento.

Domenico Ferrara

| etiquetas: virus , pasajeros , retrasos , jarras , cerveza , uci , individualismo

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