El otro día leí que un grupo de puenting había escrito a sus miembros para pedirles que no tomasen riesgos innecesarios. Casi me meo de la risa.
Ya no sé si es que estamos todos gilipollas o sufrimos una avalancha de postureo para justificar con pretextos las pocas ganas de volver al trabajo. ¿Lo dicen en serio? Tírate de un puente atado a una cuerda, pero sin riesgo de contagiarte.
Venga, hombre, ¿de qué vamos?
Los grupos de montañismo tendrán ahora que subir por escarpadas peñas con mascarilla, ¿verdad? Y lo harán, como si los oyera, para no poner en riesgo las vidas de los demás, mientras los equipos de rescate se siguen jugando los huevos, año tras año, para salvar a desaprensivos que han subido a sitios de los que no saben bajar.
El riesgo es parte de la vida, te dicen. Pues vale: no lo niego. Todo es riesgo. Riesgo es casarse, riesgo es tener hijos, riesgo es estudiar una carrera y riesgo es comprar una casa. pero en estos tiempos postheroicos, de aversión al riesgo, parece que todos los riesgos se pueden asumir menos los no elegidos. Porque yo decido dónde me puedo matar o no, pero no decido si un organismo microscópico va a decidir anidar en mis células.
Tirarse de un puente es una opción, pero con las manos lavadas. Tirarse de un puente es una opción y une elección persona, pero sin toser, un con 36,5 grados de temperatura corporal. Si tienes menos, es peligroso para el hígado. Si tienes más, puedes ser un contagiado asintomático y suponer un peligro para los gatitos afganos.
Me gustaría, y mucho, conocer las profesiones de estos precavidos artistas del puenting. No puedo saberlo, vaya por dios, pero me apuesto algo bueno a que muchos son personas que consideran inasumibles los riesgos en su puesto de trabajo y nos piden esperar un poco más, por prudencia, citando a su bisabuela (que vive en un pueblo de ocho habitantes donde no ve ni al panadero).
Es curiosa la selección de riesgos. O sintomática, ya que todos aprendemos estos días términos sanitarios.
Pero me paso a la química: la concentración de gilipollas en la disolución social alcanza una molaridad crítica.